El término samāʿ significa literalmente 'audición'. Su significación primera debe entenderse sin embargo en términos de una audición absoluta (samāʿ muṭlaq) no conectada todavía con ninguna idea de música, pues la audición mística propiamente musical es, según los autores sufíes, una subclase de esta especie más amplia de audición. Ibn ʿArabī hace remontar este sentido de escucha del término samāʿ a la escucha original que el mundo hace ante el verbo divino; así, el samāʿ es la “acción del cálamo divino escribiendo sobre el libro de la existencia”. La cosmogonía del Islam perpetúa, por tanto, la tradición abrahámica de la creación por el Verbo. Una aleya ampliamente citada establece esta relación entre la orden existenciadora y la escucha por parte del mundo: “Su orden, cuando quiere algo, es decirle tan sólo: ‘¡Sé!’ Y es”. El creativo “Sé” (Kun) de Dios deviene así el “decir” en la forma cósmica, mientras que el mundo es el que “escucha” (wa-l-samāʿ min al-ʿālam). Esto también es nombrado como al-samāʿ al-kawnī, queriendo decir al-kawnī “perteneciente a la existencia”, o bien, “perteneciente al mundo o universo”. Este al-samāʿ al-kawnī contrasta con al-qawl al-ilāhī, o el Habla (Verbo) divina. Y es función del ser humano actuar de hermeneuta de los signos divinos leyendo-escuchando el verbo divino en “los horizontes y en sus propias personas”, es decir, en los lugares donde se manifiestan los signos, que son el mundo natural, las propias personas y el Corán o los libros revelados. Esta función se enmarca, pues, dentro de este esquema cósmico más amplio, donde el mundo creado es el mensaje de Dios a nosotros, y nosotros somos oyentes de Su decir existencial.
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