El artículo cuestiona los fundamentos neoliberales que postulan la restauración del mercado y su afimación como “la autoridad social” por excelencia, proposición que desplaza el ámbito o la instancia de la decisión fial de lo político a lo social y consagra la escisión entre Estado y sociedad. Frente a la pretensión de reducir la política a un espacio tecnocrático y la condición de ciudadano a la de mero votante (cuando no sólo mero consumidor), se reivindica la necesidad de la política como instrumento necesario para enfrentar los efectos perversos del neoliberalismo, entre los cuales destaca la fragmentación-disgregación en la base de la sociedad y la concentración en el vértice. Esa díada desestructura a los sujetos socio-políticos y, por ende, incrementa las difiultades de los mecanismos de mediación/representación.
Frente a la pretensión y la intención de los neoliberales de licuar la política, de reducirla a nada, el artículo postula levantar el derecho a rebelarse, una tarea nada fácil, porque el neoliberalismo puede haber perdido batallas en materia de políticas económicas –como lo prueban varias experiencias en lo que va del siglo–, pero no ha perdido todas y menos aún la guerra. Ha obtenido un formidable triunfo en el plano de las mentalidades. Y con ellas puede regresar.
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