Gustavo Emmerich, Xóchitl López Ulloa
En el estado de Sinaloa existe una “cláusula de gobernabilidad” que, bajo ciertas condiciones, otorga al partido político que obtiene más votos una cantidad de diputaciones de re presentación proporcional suficiente para asegurarle la mayoría absoluta de escaños en el Congreso local. Esta cláusula ha producido litigios en torno a su aplicación , así como efectos distorsionadores sobre la re presentación política. Este artículo reseña la compleja legislación sinaloense sobre la elección de diputados de representación proporcional y evalúa algunos de sus problemas; analiza las asignaciones de escaños de representación proporcional de 1998 y 2001 y los litigios registrados en torno a ellas; y cuantifica en qué medida tales asignaciones se aproximaron a la proporcionalidad. Su principal conclusión es que, pese a sus efectos distorsionadores, la legislación sinaloense permite una integración aceptablemente proporcional del Congreso. Para mejorar la proporcionalidad, sería conveniente suprimir la cláusula de gobernabilidad, que además de ser cuestionable desde un punto de vista democrático, no está técnicamente bien concebida y —contrariamente a su intención— ha perjudicado al partido político con mayor número de votos (el Partido Revolucionario Institucional, PRI) ; además, convendría revisar otros aspectos de la legislación sinaloense, como la distritación y el mal definido “porcentaje mínimo” requerido para acceder a diputaciones de representación proporcional.
The Mexican State of Sinaloa holds a "governance clause" that, under certain assumptions, apportions to the most voted political party a number of proportional representation seats enough for ensuring it a majority in the State Congress. This clause has produced litigation around its application as well as distorting effects on political representation.
This article examines Sinaloa’s complex legislation for electing State representatives by proportional representation , and evaluates some of its problems; analyzes the apportionment of proportional representation seats in 1998 and 2001, and the litigation around them; and measures in what extent those apportionments we re near to proportionality. Its main conclusion is that, in spite of its distorting effects, Sinaloa’s legislation allows for a quite proportional integration of its Congress. In order to improve proportionality, it would be convenient to suppress the governance proclause, which besides being questionable from a democratic standpoint, is not technically well designed and —contrarily to its intention— has damaged the most voted party (the Institutional Revolutionary Party, or PRI, by its Spanish acronym); additionally, it would be convenient to review some other aspects of Sinaloa’s legislation, as district apportionment and the ill-defined “minimal percentage” required for accessing to proportional representation seats.
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