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La casa Sobrino en Ondarreta de Javier Carvajal, en el inicio de una tendencia en la arquitectura residencial española.

  • Autores: Fernando Díaz-Pinés Mateo, Francisco Javier Blanco Martín
  • Localización: Pioneros de la Arquitectura Moderna Española: Análisis Crítico de una obra / coord. por Teresa Couceiro Núñez, 2016, ISBN 978-84-608-7409-6, págs. 240-251
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • La casa Sobrino en Ondarreta (1971) de Javier Carvajal Ferrer, estuvo considerada como una de las obras de obligada cita en la arquitectura contemporánea de la ciudad de San Sebastián. En el acta de defunción (derribada en 2008) pesa que no estuviera registrada en el Archivo de la Arquitectura Ibérica del Siglo XX, según Iñaki Bergera. En un manifiesto, Ekain Jiménez y varios arquitectos más señalan que:

      “Esta obra es, seguramente, el único ejercicio de «caserío» contemporáneo, desmaterializado y llevado a la ciudad que teníamos en el País Vasco. Masivo, negro y potente desde la lejanía del Paseo Nuevo;

      frágil, leve y artesanal en la distancia corta”. La intención va más allá de una cuestión de depuración formal del caserío tradicional. Responde a “la forma icónica del arquetipo de la casa” como imagen simbólica de hogar.

      Se trata de una obra realizada en la madurez, pero muy distinta de los planteamientos de otras obras suyas próximas en el tiempo, como su propia residencia en Somosaguas, de marcada impronta brutalista y desarrollo organicista tanto volumétrica como espacialmente. La casa Sobrino supone un contrapunto en su contención expresiva, pues el conjunto se configura con un volumen único y reconocible en su forma, flota sobre un zócalo. A la vez se desmaterializan sus caras por una celosía continua de largueros verticales de madera. Así muestra un ambiguo juego formulado con una liviana galería perimetral que envuelve equidistante el cerramiento masivo de ladrillo oscuro, que queda en un segundo plano. El interés radica en que, a diferencia de casas contemporáneas con cubiertas a dos aguas, ésta se singulariza en cierto modo respecto de una imagen ligada a lo vernáculo. La prominente cubierta se ciñe con precisión a la celosía de madera perimetral, de tal modo que se genera el poliedro puro del arquetipo, cuya intencionalidad quedó reflejada en el croquis, aparece flotante y autónomo en el entorno. El volumen aparente tiene una relación anchura-altura muy alejada de las casas tradicionales, es más ancha que alta, aunque lejos de asemejarse material y conceptualmente a la casa Vanna de Robert Venturi para su madre presenta una proporción similar.

      Carvajal siguió con atención las lecciones de Louis Kahn, y ante la obstinación imperante por lo funcional se aplicó la máxima: “Es cierto que la función genera la forma, pero no es menos cierto que la forma puede engendrar la función”. Quizás sea en la casa Sobrino, dentro de su obra residencial, en la que mejor ejemplificó esta idea, en la cual una forma previamente definida recoge un programa complejo.

      En el contexto de la época, respecto de sus coetáneos como De la Sota y Sáenz de Oiza, la casa Sobrino dista de ser equiparable en términos formales y quizás se deba entender que no es solo “una casa con forma de casa” sino que representa una aproximación a “la forma icónica de la casa”. Apareció en el inicio de una tendencia en la arquitectura española, de lo que dieron cuenta obras de los más importantes arquitectos.


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