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Casa Huarte. Casa para un mecenas

  • Autores: Francisco Javier Eguíluz Gutiérrez Barquín, Carlos Romero Rey
  • Localización: Pioneros de la Arquitectura Moderna Española: Análisis Crítico de una obra / coord. por Teresa Couceiro Núñez, 2016, ISBN 978-84-608-7409-6, págs. 252-261
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Así como es difícil entender su esencia contemplando sólo la planta, es imposible comprender la trascendencia de la Casa Huarte (José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, 1963) sin saber de su promotor, Jesús Huarte. Hijo de un empresario que estuvo siempre rodeado de buena arquitectura (Félix Huarte construyó, entre otros, el mítico Frontón Recoletos, de Zuazo y Torroja), Jesús heredó ese interés por el arte y la arquitectura de manera natural.

      La Casa Huarte responde de manera precisa a lo que el poco atractivo solar demandaba, así como a lo que una familia como los Huarte necesitaba: crear su universo particular, una isla ilustrada en medio de una época gris.

      En una época en que las ordenanzas urbanísticas no eran tan estrictas, la vivienda se hace dueña prácticamente de toda la parcela, de tal manera que en su extensión se van creando los espacios vivideros: los de acceso, los de estancia, los de disfrute, los de servicio, los de descanso, creando cinco patios correspondientes a cada uso.

      La casa se muestra hacia los linderos como una fortaleza de protección más que como una casa con patios. De esta manera, sin contacto con lo que le rodea, la vivienda se abre completamente a sus patios:

      una casa hermética y abierta al mismo tiempo.

      En lugar de un muro convencional en los linderos, se levanta una ciudadela ajardinada, escalonada, que crea recintos propios de disfrute. Corrales y Molezún, partiendo de la tradición clásica mediterránea, llegan a soluciones similares de modificación de paisaje a las que llegaba Aalto en alguna de sus propuestas: Ayuntamiento de Säynätsalo o Maison Louis Carré.

      Las terrazas privadas, que son el telón de fondo de las aperturas de las estancias principales, se utilizan como espacio expositivo, donde se encontraban piezas de Jorge Oteiza o de Carlos Ferreira. Los arquitectos, grandes amigos de la familia, les proporcionaron un marco para el disfrute del arte como un ejercicio de unión de diversas disciplinas difícil de encontrar en este país. J. Huarte negaba su condición de mecenas, pero su desinteresado interés por la promoción de las distintas esferas artísticas no podría ser catalogado de otra manera.

      Esa misma modestia de J. Huarte respecto de su aportación clave en el devenir de las vanguardias artísticas españolas a partir de mediados del siglo XX, también la aplican los arquitectos en su vivienda: la Casa Huarte es una casa sin fachada, sin pretensión de mostrarse. “Era una casa mínima maravillosa de vivir”. Podría parecer sencilla pero es rica en sus materiales de construcción, y soluciones innovadoras, como su carpintería de madera o su galería subterránea visitable de instalaciones.

      Como dijo el propio Alejandro De la Sota: “No sería lo mismo si detrás de tanta alegría no hubiera por parte de Ramón y José Antonio una obra, una obra de lo más serio, que no se conoce suficientemente, para que siga siendo modelo para todos”.


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