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Resumen de El colegio de los Sagrados Corazones en Torrelavega.

Miriam Ruiz íñigo

  • Fray Coello de Portugal dedicó una buena parte de su trayectoria profesional a la arquitectura escolar. En estos edificios aplicó de manera precisa y rigurosa conceptos que le vinculan directamente con las premisas del Movimiento Moderno.

    La obra que se propone analizar es el Colegio de los Sagrados Corazones para las Madres Dominicas de Torrelavega, proyecto del año 1964. Este edificio se ha visto en cierto modo eclipsado por la potencia e intensidad del otro colegio construido por Coello en la ciudad, el de Nuestra Señora de la Paz, con fachada de Subirachs e incluido en el Inventario General del Patrimonio Cultural de Cantabria desde el año 2002. Sin embargo considero que el colegio de las Madres Dominicas también plantea cuestiones de interés en las que valdría la pena detenerse.

    El arquitecto continúa en este colegio con la línea de experimentación que había iniciado unos años antes en el de las Misioneras del Rosario en Madrid y el de Santo Domingo de Guzmán en Aranda de Duero. En él sigue un patrón de organización que el arquitecto se trajo de Alemania y que encajaba particularmente bien a la hora de plantear la articulación de los espacios basándose en su función. Según este esquema un zócalo de una planta acoge los servicios comunes del edificio mientras que sobre él se disponen bloques longitudinales que buscando la mejor orientación resuelven la zona de aulas y de residencia. La limpieza volumétrica de estos paralelepípedos que se recortan en el paisaje transmite una imagen de profunda modernidad en la España de posguerra. Sin embargo esta propuesta puede ponerse también en relación con la arquitectura monacal que Coello estaba planteando en aquellos años.

    Al tratarse un colegio católico el programa incluía una capilla, y es precisamente en este proyecto donde la iglesia comienza a significarse como una entidad singular dentro del conjunto, a pesar de que se sitúa en uno de los extremos del zócalo siguiendo la lógica ortogonal del resto del edificio. Sin embargo un viaje de Fray Coello a Méjico en 1963 le permite entrar en contacto con el arquitecto Félix Candela y su obra, lo que modifica radicalmente su concepción del espacio sagrado. De vuelta a España será en esta capilla donde comience a experimentar con las posibilidades expresivas de la estructura, lo que se traduce en la primera cubierta resuelta con un paraboloide hiperbólico de hormigón armado de la que será una larga lista en la trayectoria del arquitecto dominico. La cubierta establece el contrapunto formal a la ortogonalidad del conjunto a la vez que deja claramente establecidos los intereses del arquitecto en relación a la experimentación y el uso de los nuevos materiales.


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