Si bien la tasa de actividad femenina ha venido aumentando de manera significativa en las tres o cuatro últimas décadas, las mujeres participan en un mercado de trabajo segmentado, donde están infrarrepresentadas entre los trabajadores con contratos indefinidos, y sobrerrepresentadas entre los trabajadores temporales, los de la economía sumergida y, sobre todo, los parados. Como en otros Estados de bienestar de tipo continental, las mujeres en España encuentran muy poca ayuda en la política social para compatibilizar sus responsabilidades familiares y profesionales. La razón estriba en que la mayor parte de los programas sociales consiste en transferencias monetarias para mantener el nivel de renta de determinados colectivos, y no en una oferta amplia de servicios sociales personales. Por razones varias, el mercado de trabajo y el Estado de bienestar han proporcionado una combinación diferente de incentivos y constreñimientos a las mujeres de distintas generaciones
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