María José Aldea Hernández, Iñaki Bergera Serrano
Como ocurrió en el caso de no pocos de sus contemporáneos, el advenimiento moderno de Francisco Cabrero se vertebra en torno a un viaje iniciático, en este caso el realizado a Italia en 1941. La historiografía de la arquitectura española en general y los estudios específicos sobre el arquitecto han señalado el impacto y el alcance de este viaje de dos meses de duración en su trayectoria posterior. Huyendo del academicismo imperante en España, Cabrero ‘descubre’ en Italia la expresión racionalista y abstracta de la monumentalidad. Sin embargo, el acceso a un amplio reportaje fotográfico —inédito hasta la fecha— realizado por el arquitecto durante el viaje, nos permite documentar su periplo pero también poner en cuestión esas aseveraciones. Las fotografías nos descubren por primera vez al Cabrero-fotógrafo —su particular manera de construir la imagen— y apuntan en sí mismas a la revalorización de esta herramienta visual como instrumento exploratorio de la mirada en detrimento del lápiz y el cuaderno de apuntes. Pero sobretodo y paradójicamente contradicen la supuesta fascinación por el lenguaje moderno en Cabrero al descubrirse que fue la arquitectura histórica el objetivo casi único de su selectiva mirada fotográfica y la fuente primaria, en suma, de su inspiración transformadora.
As was the case in not just a few of his contemporaries, Francisco Cabrero's modern advent is centred on his initial trip, in this case the one made to Italy in 1941. The historiography of Spanish architecture in general and the specific studies on the architect have shown the impact and the scope of this two-month trip on his later career. Fleeing the ruling academicism in Spain, Cabrero 'discovers' in Italy the rationalist and abstract expression of monumentality. Nevertheless, the access to a wide photographic reportage —unpublished up to now— accomplished by the architect during the trip, allows us to document his journey but also to put in to question those claims. The photographs introduce us for the first time to Cabrero the photographer —to his particular way of constructing an image— and as a result they pave the way for the recognition of this visual tool as an exploratory instrument of the gaze to the detriment of the pencil and notebook. Above all and paradoxically, they contradict the supposed fascination for modern language in Cabrero since discovering that historical architecture was almost the only objective of his selective photographic look and as a result, the primary source, of his transforming inspiration.
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