Un día fui a visitar al Cazafortuna con mi hermano Chusco y me encontré con un desconocido. Me pareció extraño porque las visitas no abundaban en el piso; sin embargo, ahí estaba el bróder. «¿Cómo estás?», le pregunté y contestó igual que ayer.
Era delgado, bien parecido y tenía una mirada inteligente. Trabajó unas semanas en el Mamá África, servía copas, limpiaba mesas, luego desapareció
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