El centenario de la Revolución de 1917 incomoda a las autoridades rusas, que se alegran de su repercusión mundial pero execran cualquier idea de cambio en el poder. Las escasas conmemoraciones deben ser la ocasión para reafirmar la importancia de la unidad nacional, el antídoto para la lucha de clases. No obstante, los acontecimientos organizados al margen de los oficiales podrían modificar este relato.
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