Es extraña la democracia francesa: desde hace 35 años, los programas de los grandes partidos que han gobernado Francia no se corresponden con las expectativas económicas de las clases populares, a pesar de que éstas representan más de la mitad del electorado. Contrariamente a las ideas de moda sobre la desaparición de las divisiones ideológicas, las aspiraciones de los obreros y de los empleados trazan un bloque social de izquierdas.
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