La literatura de la vieja y gran Rusia ronda por las calles de San Petersburgo, como un séquito de revelaciones y fulgores. Ahí están Dostoiveski, Anna Ajmátova, todos. Entre los poetas locos, los muertos de las revoluciones y las víctimas del asedio nazi, podría llenarse de estrellas el cielo de San Petersburgo
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