Un día leí en una revista digital un artículo que hablaba de una localidad en este país, donde gente desesperada se dejaba caer hacia al vacío para acabar con su existencia o, posiblemente, inexistencia. A ese fatídico lugar le pusieron el nombre de El Puente de las Vidas Rotas. El nombre dado producía cierto estremecimiento y no cabía ninguna duda que guardaba para sí el secreto de historias inéditas. Traté de averiguar, con inquietante curiosidad y no sin cierta morbosidad, dónde se situaba aquella localidad del susodicho puente y el por qué ese desafortunado récord.
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