México
En nuestro país la forma tradicional de hacer política, ha consistido en el cuestionable comercio de la falsificación de los procedimientos democráticos. No sólo se falsifican todos y cada uno de los procedimientos, sino que se comercia con dicha falsificación. Como si esto fuera poco quieren considerar todo esto como normal. En México la política en el sentido tradicional, está permeada por un pragmatismo elevado a la categoría de virtud. Incluso se llega a entender como sinónimo, aunque esto no necesariamente en forma explícita. 1 Según esto, el político que no es pragmático no es político en absoluto. El pragmatismo, lo útil como valor central, es tal en cuando acrecienta el poder, y el brinco del poder político al poder económico, al enriquecimiento ilimitado es –en el capitalismo salvaje de corte neoliberal– el paso lógico. En el pragmatismo el valor supremo es el éxito. Se caracteriza también por el poco aprecio ha reflexiones teóricas que exijan coherencia o compromiso. Obviamente esto es una degradación de la política: una verdadera cultura de la mentira. Todo esto nos lo quieren hacer pasar como “normal”. Transcurre por vías inconscientes y armoniza perfectamente con una ausencia de sentido histórico (Lukács). Lo único que importa es el aquí y el ahora, sin entender que sin pasado histórico, no hay ningún ahora.
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