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Un balance no convencional de Correa en Ecuador

  • Autores: Francisco Sánchez
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 31, Nº 176, 2017, págs. 146-154
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Con mayoría legislativa y dos reelecciones presidenciales, Rafael Correa abrió en 2007 un ciclo político desconocido hasta entonces en Ecuador. Su estilo carismático, dosis de autoritarismo y el precio al alza de las materias primas dejan un legado de compleja evaluación y futuro incerto.

      Apenas siete décimas han faltado al partido de gobierno, Alianza PAÍS (AP), y a su candidato, Lenín Moreno, para vencer en una única vuelta en las presidenciales de Ecuador del 19 de febrero. En vista de que ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría absoluta, ni el 40% de votos y el 10% con respecto al segundo mejor clasificado, Ecuador celebrará el 2 de abril la segunda vuelta entre Moreno y el candidato de Creando Oportunidades (CREO), Guillermo Lasso, un empresario de banca en la derecha del espectro político, con un programa centrado en el tópico de la desregulación económica, la reducción del tamaño del Estado y su capacidad interventora - desarrollada durante la Revolución Ciudadana -, a lo que se suma una visión conservadora consecuente con su afinidad con el movimiento católico Opus Dei.

      A falta de publicarse los datos oficiales al cierre de este artículo (27 febrero), se estima que AP logra 74 escaños de 137, lo que le daría la mayoría absoluta. Los otros partidos con representación serían: CREO, 31; el Partido Socialista Cristiano (PSC), 15; Pachakutik (4); Izquierda Democrática (ID), 4; Partido Sociedad Patriótica (PSP), 3; Sociedad Unida Más Acción (SUMA), 2; y Fuerza Ecuador (FE), 1. A estos se suman tres congresistas de movimientos provinciales. Esta configuración de las mayorías legislativas hace prever que, de ganar el candidato de la oposición, habrá tensión entre ejecutivo y legislativo en un contexto de necesarias reformas económicas.

      Ecuador ha vivido en permanente clima electoral durante los últimos dos años debido a los intentos de reforma de la Constitución para permitir la reelección, posibilidad sobre la que el presidente, Rafael Correa, mantuvo posiciones ambiguas para finalmente desecharla. La oposición buscó alianzas para unificar candidaturas, pero solo los partidos de izquierda no afines a Correa la concretaron. Los candidatos de la derecha que acercaron posiciones (Lasso y Cynthia Viteri del PSC) obtuvieron en conjunto cerca del 42% de los votos, lo que les sitúa en buena posición para la segunda vuelta. Las elecciones de 2017 han generado una reorganización de los partidos políticos y una expectativa de cambio de ciclo debido a la debilidad de la candidatura oficialista, que sirvió como incentivo para evitar una gran coalición opositora a la manera de lo ocurrido en Venezuela.

      El final de un modelo Correa tiene una serie de logros de los que estar orgulloso como presidente: la transformación de la infraestructura, el modelo energético y el sistema educativo y de salud. Buscando un indicador que resuma el rendimiento del gobierno, la pobreza extrema, que afectaba en 2006 al 16,9% de la población, se ha reducido al 8,7% en 2017. Estos logros no se podrían entender sin los ingresos recibidos por la bonanza de las materias primas, sobre todo por la hábil renegociación de los contratos petroleros realizada por el gobierno, que aumentó la participación del Estado (dueño del petróleo del subsuelo) en los beneficios de la explotación hecha por empresas privadas. Los 10 años de Correa han sido, en promedio, los de mayores ingresos económicos de la historia contemporánea de Ecuador. Ha sido casi una década de un gobierno marcado por la fuerte personalidad y el estilo de gestión del presidente, lo que hace que el modelo de la Revolución Ciudadana prácticamente termine con su salida del gobierno. No solo eso: también llega a su fin un modelo de políticas públicas que no podrá continuar debido a la falta de recursos económicos.

      En lo político, el balance de Correa es más discutible, pues a su indudable liderazgo y apoyo electoral hay que añadir, a lo largo de su mandato, elementos autoritarios como el enfrentamiento con la prensa - a la que el presidente acusa de hacer oposición política -, la represión de toda forma de protesta bajo la acusación de fomentar la violencia y la desestabilización, así como la persecución a organizaciones indígenas y medioambientales, entre otras


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