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El Brexit, una oportunidad para Europa

  • Autores: Jorge Dezcallar de Mazarredo
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 31, Nº 176, 2017, págs. 104-114
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • El primer objetivo de los europeos es conseguir que el Brexit sea una excepción y no un precedente. Ello dependerá tanto de la manera que se negocie con Reino Unido como de la articulación de un nuevo equilibrio Norte-Sur en la UE y del eje Alemania-Francia.

      No es la primera vez que un territorio abandona la Unión Europea. Groenlandia lo hizo en 1985, aunque siguió siendo parte de Dinamarca, y Argelia figuró en los tratados europeos hasta Maastricht como un departamento francés. Pero ahora entramos en terreno desconocido porque Reino Unido es el primer país que lo hace, y eso rompe el principio de irreversibilidad del proceso de integración y da un golpe a la credibilidad del proyecto europeo.

      Nos enfrentamos a cuatro cuestiones que no tienen respuesta fácil: cómo hemos llegado hasta aquí; qué hay que hacer para abandonar la UE; qué consecuencias tiene la decisión británica; y qué pasa con la Unión tras el Brexit.

      Excepciones británicas Reino Unido nunca se ha sentido plenamente integrado en el proyecto europeo; no entró en la Comunidad Europea hasta 1973, al año siguiente Harold Wilson quiso renegociar los términos de entrada y poco después Margaret Thatcher consiguió el llamado "cheque británico". Los británicos han rechazado participar en sus esquemas de integración más potentes: la moneda única y el espacio Schengen. Entre integración o ampliación, siempre han optado por la segunda, prefiriendo un mercado amplio antes que un proyecto político de alcance. No en balde desde George Canning su política permanente ha sido evitar que surgiera un poder fuerte en "el continente", y la diferencia es que ahora lo intenta en un momento aparentemente poco propicio, cuando ya no tiene un imperio detrás y cuando su aliado tradicional, Estados Unidos, parece que inicia con Donald Trump una era de introspección y proteccionismo.

      El Brexit se impuso en el referéndum del 23 de junio de 2016 por cuatro puntos y 1,3 millones de votos (52% contra 48%). Votaron a favor de dejar la UE gentes con sensación de rabia, alienación y resentimiento frente a las desventajas de la globalización y de la revolución tecnológica, que sienten que les han dejado atrás; son los mismos que se dejaron seducir en EEUU por el populismo de Trump, y que piensan que las políticas europeas de integración e inmigración ponen en peligro sus puestos de trabajo y los presupuestos de sanidad y educación; gentes que quieren recuperar competencias porque creen que Londres defenderá sus intereses mejor que Bruselas. Pero la divisoria es también de edad, educación e identidad nacional. Como dijo un joven británico tras conocer el resultado del referéndum, "la anterior generación ha privado a la mía de vivir y trabajar en 28 países".

      El camino de salida El artículo 50 del Tratado de la UE establece que Reino Unido debe abrir una negociación para determinar "la forma de su retirada, teniendo en cuenta el marco de sus relaciones futuras con la Unión". Este acuerdo deberá ser refrendado por el Consejo Europeo, previa aprobación del Parlamento Europeo y ratificado por el Parlamento británico. Para ello, se da un plazo de dos años, sin perjuicio de añadir periodos transitorios adicionales que exigen ser aprobados por unanimidad de los líderes europeos.

      Seis meses después de llegar al número 10 de Downing Street, la primera ministra Theresa May ha sintetizado la posición británica en el discurso pronunciado el 17 de enero en Lancaster House, donde ha dibujado un futuro color de rosa caracterizado por el liberalismo y la buena relación con la UE. "Nos vamos de la Unión Europea pero no nos vamos de Europa". La ruptura será "limpia", no seremos "miembros parciales (�) ni miembros asociados, ni nada que nos deje mitad dentro y mitad fuera". Lo que May desea es "una nueva relación estratégica", en la que escoge lo que le conviene y desecha lo que no le gusta, y que en esencia consiste en recuperar el control sobre la inmigración (lo que implica rechazar la libre circulación de personas) y el control sobre las leyes (no someterse al Tribunal de Justicia Europeo), aunque eso suponga abandonar el mercado único de 500 millones de habitantes. En relación con la unión aduanera, May desea liberarse de la tarifa exterior común y alcanzar un acuerdo aduanero con la UE sobre el que no ha sido más específica. ¿Algo como lo que Turquía tiene desde 1995 o como lo firmado el pasado año con Canadá? Además, pretende poder negociar acuerdos comerciales bilaterales con otros países, empezando con Estados Unidos y Nueva Zelanda


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