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El euro como vínculo social

  • Autores: Miguel Otero Iglesias
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 31, Nº 176, 2017, págs. 84-93
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • "Experimento fallido" y "error" son definiciones habituales del euro por parte de economistas y políticos de fuera y dentro de la UE. El apoyo de los ciudadanos de la zona euro, sin embargo, sigue siendo alto 15 años después de su introducción. ¿Por qué? El miedo no lo explica todo.

      El euro, la moneda común que llegó a las calles de Berlín, París, Roma y Madrid, entre otras capitales europeas, el 1 de enero de 2002, acaba de cumplir 15 años para sorpresa de algunos. Muchos predijeron su fracaso ya desde su misma concepción. No obstante, existe una brecha cognitiva entre las visiones que se tienen dentro y fuera de la zona euro. Desde fuera, la sensación es que la moneda única fue un gran error, que no funciona y está condenada. En la zona euro, sin embargo, tanto en los países acreedores del Norte como en los más endeudados del Sur, la gran mayoría de ciudadanos está a favor del euro. ¿Cuál es la razón? La respuesta más habitual es que los ciudadanos no quieren dejar la moneda única por los costes de la redenominación y el miedo a lo desconocido. Abandonar el euro sería como saltar al abismo y a nadie le apetece hacer algo así. Esta percepción es quizá demasiado pesimista, ya que el euro trae consigo, además, una serie de beneficios materiales a menudo pasados por alto.

      En su breve historia, la moneda común ha generado vínculos sociales y una identidad común minusvalorados desde fuera de la zona euro. En efecto, los foráneos tienen una visión extremadamente negativa de la moneda única europea. Es extensa y crece cada día la lista de especialistas de prestigio, especialmente de la esfera angloestadounidense, que han predicho o dado a entender la inminente ruptura de la unión monetaria. En 2012, Martin Feldstein - quien ya había augurado en 1997 los conflictos que el euro provocaría en el Viejo Continente - sentenció en un artículo en Foreign Affairs que era necesario "reconocer por fin que el euro es un experimento fallido". Unos meses más tarde en 2012, cuando se cernía sobre la unión monetaria el primer Grexit (volvería a ocurrir en 2015), Paul Krugman escribió en New York Times: "De repente, es fácil darse cuenta de hasta qué punto el euro, ese gran experimento fallido de unión monetaria sin unión política, puede romperse por las costuras. No estamos hablando de una perspectiva distante: la divisa común podría desmoronarse a una velocidad sorprendente, en cuestión no de años sino de meses".

      En 2016, Mervyn King, exgobernador del Banco de Inglaterra, se sumó al coro de amonestadores, advirtiendo en The Telegraph de que "si la alternativa es una austeridad asfixiante, el perenne desempleo masivo y una deuda interminable, dejar la zona euro es quizá la única ruta de escape para regresar al crecimiento económico y el pleno empleo". Por los mismos motivos, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz señalaba en un artículo en Financial Times que "es importante garantizar una transición fluida y un divorcio amigable del euro. [�] Es posible que Europa deba abandonar el euro para salvar tanto el proyecto europeo como a sí misma".

      Esta visión negativa del euro no solo prevalece entre los economistas. El politólogo estadounidense Andrew Moravcsik, uno de los mayores expertos mundiales en estudios europeos, opinaba recientemente en Foreign Affairs: "hace 15 años, cuando la UE estableció su divisa única, los líderes europeos prometían un mayor crecimiento gracias a una serie de factores: políticas macroeconómicas más sólidas y eficientes, una mayor igualdad entre países ricos y pobres con un mercado de capitales más libre, una creciente legitimación política nacional y, por fin, la guinda triunfante del federalismo europeo. No obstante, durante casi una década, en Europa se ha vivido justamente lo contrario".

      La lectura de estos análisis y la constatación del creciente euroescepticismo a lo largo y ancho de la UE pueden llevar a creer que la mayoría de los ciudadanos de la zona euro quiere volver a sus monedas nacionales. No obstante, los datos del Eurobarómetro - la fuente de información sobre opinión pública más exhaustiva de la Unión - presentan un escenario distinto. El apoyo a la moneda única entre los ciudadanos de la zona euro no ha variado en los últimos 10 años pese a la profunda recesión. Era de un 70% en 2007, antes de la crisis, y tocó fondo con un 62% en 2013, tras plantearse por primera vez la salida de Grecia, escalando de nuevo al cénit histórico del 70% a finales de 2016, fecha de las últimas encuestas


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