El título puede parecer provocador. Pero el propósito no está desprovisto de esperanza. Ciertamente, hay realidades que pertenecen al pasado y el reloj de la historia va siempre hacia adelante. Es el caso del fin de la «cristiandad» y del «eurocentrismo». Sin embargo, el autor del presente artículo no se contenta con diagnosticar la situación de la vida religiosa en este momento de la historia del cristianismo, sino que abre perspectivas desde las que la vida religiosa descubrirá nuevos ámbitos en los que desarrollar su radicalismo evangélico en el despojo y en la novedad de la fidelidad creadora. Es lo que la Iglesia espera de ella.
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