Partiendo de Mt 5, 13-16, los discípulos como sal de la tierra y luz del mundo, el artículo destaca la afi rmación de la misión como elemento integrante de su propia identidad y la alusión a algunos de los rasgos que la caracterizan. Tras aludir a las distintas formas de presencia que originan las diferentes situaciones históricas, propone, como más acorde con su naturaleza y las circunstancias actuales, una presencia sacramental en la que la iglesia visibilice la luz de Cristo con los medios evangélicos del cultivo de la experiencia teologal expresada en una actitud de servicio siguiendo el modelo de Jesús.
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