El Vaticano II representa en muchos aspectos algo único entre todos los concilios que han tenido lugar en la historia: el volumen de sus documentos, los temas tratados, los destinatarios -no solo todos los cristianos católicos, sino todos los hombres-, el número de padres del concilio y su representatividad continental y cultural, así como su programa.
Este último punto debería ser, al mismo tiempo, el primero y se caracteriza por cuatro lemas que tienen una estrecha relación entre sí: El primero, “aggiornamento”; el segundo, “nuevo Pentecostés”; el tercero, “redefi nir la fe” y el cuarto, “un concilio pastoral”.
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