La particularización del cristianismo, religión entre religiones, y la aparición de espiritualidades no religiosas, ateas, obliga al cristianismo a una actualización que no suponga la renuncia a las propias raíces.
Solo así la santidad cristiana seguirá mostrando su fuerza humanizadora y su oferta de sentido y esperanza. Este artículo intenta mostrar que la idea de creación por amor ofrece el núcleo irradiante que posibilita, hacia adentro, recuperar las propias experiencias más originarias, purificándolas y enriqueciéndolas; y, hacia afuera, ofrecer la riqueza siempre nueva del Deus humanissimus revelado por Jesús.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados