Cuando los homosexuales emprenden una relación amorosa, como todos los demás, la sexualidad forma parte de la realidad de esta relación.
Ciertamente su sexualidad no tiene la posibilidad de ser procreadora.
Pero, puesto que la sexualidad no se agota en lo meramente natural, la dignidad moral del amor homosexual se mantiene cuando está integrada en una relación personal. De ahí que la condena moral de la forma homosexual del amor no sea captada como hostilidad al cuerpo, sino como hostilidad al amor.
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