No hay verdadera conquista sin repoblación, sin ocupación efectiva del territorio ganado con las armas. Este es un aserto perfectamente comprobado en el largo tiempo de la “Reconquista” hispana, es decir, de la conquista cristiana de la Península a partir del siglo VIII y hasta el XV. El caso del Reino de Granada se atiene a ese axioma como ejemplo irrebatible. La guerra y la repoblación paralela (1482-1492, la llamada Guerra de los Diez Años) desarrolladas por los Reyes Católicos se tradujeron en una ocupación muy escasa del territorio, apenas un 25% mediante los preceptivos repartimientos. No sería hasta la finalización de la Guerra las Alpujarras en 1571 cuando el panorama cambió por completo.
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