Ante los ojos de los romanos, los germanos eran un pueblo primitivo, aunque ello no era óbice para que no solo pudieran derrotar a los ejércitos que Roma había empleado para conquistar el mundo conocido sino incluso aniquilarlos. En consecuencia, Roma se vio obligada a considerar seriamente a este pueblo. La batalla del bosque de Teutoburgo, en el año 9 d. C., marcó un antes y un después en las relaciones diplomáticas entre ambos. Dos trabajos, el De Bello Gallico de César y la Germania de Tácito, nos brindan valiosa información acerca de la disposición de las tribus germánicas en los territorios entre el Rin y el Elba. Otras fuentes relevantes son los Anales de Tácito y las tres obras denominadas Historia de Roma de Veleyo Patérculo, de Floro y de Dion Casio.
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