El punto de partida de este trabajo es que el papel de los arqueólogos en la sociedad mexicana ha sido típicamente dedicado a la investigación y eventualmente a la docencia; al mismo tiempo, el ámbito de la educación formal se ha considerado como un escenario privilegiado para incidir en los estudiantes a fin de involucrarlos en la preservación del patrimonio arqueológico e histórico. Ante la perspectiva de que los arqueólogos incursionen en el ámbito educativo surgen cuestionamientos, aun cuando existe el reconocimiento de que las asignaturas dedicadas a la enseñanza de la Historia de México son un espacio privilegiado para vincularlas con el patrimonio arqueológico. En el proceso de construir este vínculo, la investigación demostró que el patrimonio arqueológico y el histórico pueden ser herramientas útiles para el docente que enseña Historia, sobre todo con base en los valores universales y mesoamericanos que fomentan la colectividad. En el mismo tenor, estos valores resaltan la identidad, entendida como el reconocimiento y el derecho de pertenencia a un grupo, que puede recrearse a partir de la solidaridad.
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