Los jóvenes han sido objeto de producción y sujeto de consumo, especialmente en las últimas décadas, lo que ha desencadenado una nueva perspectiva en sus formas de asumir el mundo y manifestar su inconformismo ante diferentes eventos políticos o sociales. El presente artículo muestra la evolución del concepto de juventud desde la Antigüedad y su posterior inserción en la dinámica de la globalización actual para lo que propone un análisis de la función y el sentido de ser joven y reconoce en 1968 el punto de quiebre de una generación que en busca de la independencia que los hiciera sentir únicos les llevó a convertirse en autómatas de una sociedad capitalista que los ha subyugado ante la paranoia de la tecnología y el ciberconsumo.
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