A más de tres meses de la celebración de las primarias socialistas, Susana Díaz se resiste a mostrar sus cartas. En parte, porque espera sacar rédito del indudable suspense que rodea el momento en el que, por fin, anunciará su candidatura. Pero, sobre todo, porque hay crecientes dudas en torno al resultado de las votaciones. De ahí que la presidenta andaluza haya decidido dar un toque de timón a su estrategia: distanciarse de los barones territoriales –ya no tan unidos ni necesarios para ganar– para apostar por los jóvenes y el poder local, con el fin de ganarle terreno a un Pedro Sánchez autoproclamado “candidato de las bases”.
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