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Resumen de Europa en 2020, tres escenarios

Pol Morillas i Bassedas

  • La crisis de Grecia, la llegada de refugiados y la posible salida de Reino Unido seguirán siendo los grandes problemas de la UE en 2016. El éxito o fracaso en su resolución no está escrito de antemano. La forma en que la UE los afronte dará lugar a tres dinámicas distintas.

    Si la Unión Europea se construye a golpe de crisis, 2015 dio grandes oportunidades para avanzar en el proceso de integración. El año terminó con los efectos de los atentados de París el 13 de noviembre, que volvieron a poner encima de la mesa el frágil equilibrio entre libertad y seguridad, la necesaria coordinación de los servicios de inteligencia europeos o lo difícil que resulta acabar con el terrorismo yihadista mediante bombardeos en países terceros. Pero más allá del 13-N, 2015 ha estado marcado por tres crisis que han hecho tambalear los cimientos del proyecto europeo, cuestionando algunos de sus mayores logros. Las crisis de Grecia, de los refugiados y la posible salida de Reino Unido han suscitado dudas, respectivamente, sobre la viabilidad de la moneda única, de la libertad de movimientos y de que la Unión se esté enfrentando a la salida de uno de sus miembros por voluntad propia.

    Estas tres crisis pueden analizarse de modo alternativo. Más que fijarse en sus desarrollos o factores causales, es posible realizar un ejercicio prospectivo, con el fin de presentar los escenarios de la integración europea en el horizonte 2020. La redacción en tiempo presente dará una idea de cómo sería Europa si se impusiera alguno de los tres escenarios previstos: el de ensueño, el continuista o el catastrofista. Como punto de partida, se constata que Europa se encuentra hoy en un punto crítico. Ocho años de crisis económica han dejado en herencia un proyecto donde predomina la división entre acreedores y deudores, mientras que la llegada masiva de refugiados a las fronteras europeas ha suscitado tensiones entre países del este y oeste de Europa que parecían olvidadas.

    En todas las crisis que azotan el continente se han impuesto las dinámicas de renacionalización de las políticas de los Estados miembros, quienes están más dispuestos que nunca a culpar a Bruselas de aquello que no funciona y tienden a congratularse de sus políticas nacionales cuando las cosas van bien. Salvo honradas excepciones, se esgrime la ausencia de líderes políticos que "piensen europeo", con lo que las soluciones en la línea de "más Europa" tienden a caer en saco roto. A nivel nacional, buena parte de los Estados han visto surgir poderosas fuerzas euroescépticas, cuyo mayor éxito no ha sido necesariamente la consecución del poder sino el condicionamiento de las agendas políticas de los partidos mayoritarios. La política exterior europea tampoco ha sido ajena a las dinámicas de renacionalización ni a las múltiples crisis que acumula el continente.

    Ante tal panorama, ¿tiene sentido plantearse el escenario de "más Europa"? Paradójicamente, las tres crisis han sacado a relucir propuestas para ampliar y mejorar las dinámicas de integración europea. También han suscitado un debate profundo sobre las deficiencias estructurales de la zona euro, la contradicción entre instaurar la libertad de movimientos sin acompañarla de una gestión de fronteras y una política de asilo común o la necesidad de mejorar la competitividad interna después de la crisis económica. Las crisis del euro, de los refugiados y del Brexit suponen un riesgo inaudito para la desintegración europea, pero tienen asimismo un contrapunto en forma de más y mejor Europa. Muy probablemente alberguen también una solución parecida al "ir tirando" que tanto caracteriza la toma de decisiones europea.


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