Los países emergentes están contribuyendo a rediseñar el sistema de cooperación internacional. Desde América Latina, en concreto, se están impulsando esquemas de Cooperación Sur-Sur y Triangular que se han convertido en referentes internacionales.
En septiembre de 2015, los 193 países que conforman las Naciones Unidas acordaron trabajar conjuntamente para hacer realidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una compleja agenda que debe lograrse antes de 2030 y que da continuidad a otro pacto internacional firmado 15 años antes, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Aunque ambos acuerdos comparten el fin de erradicar la pobreza y el hambre, existen entre ellos profundas diferencias pues, mientras los ODM se concibieron para paliar las consecuencias de estas lacras, los ODS tratan de combatir las causas que las provocan. Por su carácter holístico, su lucha contra la desigualdad o el enfoque de derechos que los permea, los ODS tienen una intención transformadora que estuvo ausente en los ODM.
El radical cambio de enfoque se explica, en buena medida, por el activo papel que los países emergentes han desempeñado en la definición de los ODS, derivado de su creciente peso económico y político en el sistema internacional. Los ODM fueron diseñados bajo el liderazgo del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD), el pequeño grupo de países que, en las postrimerías de la Segunda Guerra mundial, organizó un sistema de cooperación que durante más de medio siglo ha funcionado trasladando recursos a un amplísimo número de receptores. El CAD, además de aportar Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), fijaba los principios que guiaban la cooperación y sus procedimientos, ostentando un papel rector acorde con su influencia y peso económico. En el mundo globalizado de hoy, sin embargo, donde el poder de los países desarrollados disminuye de forma constante frente al avance de economías emergentes, ese sistema de cooperación está siendo duramente cuestionado.
Un número creciente de Estados, hasta hace poco receptores de AOD, son ahora activos donantes, impulsando programas de cooperación en otros países en desarrollo. Es la denominada Cooperación Sur-Sur (CSS), una dimensión más en la que los países en desarrollo tratan de hacer valer su influencia y que se ha convertido en unos de los elementos más significativos del actual sistema de cooperación. Pese a que no existen datos oficiales sobre los montos movilizados anualmente por la Cooperación Sur-Sur, la ONU estimaba que en 2011 alcanzaron los 19.000 millones de dólares, equivalentes al 13% de la AOD (141.560 millones de dólares ese año). Frente a una AOD sobre la que no se esperan fuertes incrementos, el seguro aumento de la CSS agudizará ese socavamiento del liderazgo del CAD en el sistema de cooperación.
La irrupción de estos nuevos actores en el sistema de cooperación no se está produciendo sin tensiones. Mientras parte de los miembros del CAD se resiste a ser desplazado del lugar hegemónico mantenido durante décadas, los países emergentes están desplegando un discurso muy duro contra la cooperación "Norte-Sur", considerada un instrumento de la política exterior de los donantes tradicionales, dirigida a servir a sus propios intereses y no a generar desarrollo. La documentada correlación a menudo existente entre la AOD y las inversiones, las corrientes comerciales o la "tercerización" de servicios, así como la existencia de prácticas como la "ayuda ligada", recursos de cooperación que deben gastarse en la compra de servicios o bienes del país que entrega la AOD, son parte central de esta crítica. Aunque no todos los donantes tradicionales actúan igual, el discurso de los cooperantes del Sur no suele presentar matices y ha logrado erosionar la credibilidad del sistema de cooperación tradicional. A día de hoy, es posible afirmar que el CAD, pese al volumen de recursos que maneja y su larga experiencia, carece de la legitimidad y el poder para dirigir el sistema de cooperación. Frente a él, ganan influencia paulatinamente los países emergentes que son, sin embargo, demasiado heterogéneos y están poco articulados para proponer una gobernanza alternativa.
América Latina, actor de Cooperación Sur-Sur En este contexto de ampliación de los actores con peso en el sistema de cooperación, América Latina ha logrado convertirse en el referente mundial de la CSS. De hecho, es la única región en desarrollo que está fortaleciendo sistemáticamente sus capacidades como donante y posicionándose en los foros internacionales. Desde hace una década, América Latina muestra su firme voluntad de convertir la cooperación al desarrollo en una política relevante nacional y regional, de ahí el impulso a iniciativas estratégicas como la puesta en marcha del "Informe de la Cooperación Sur-Sur en Iberoamérica", que desde 2007 y bajo el impulso de la Secretaría General Iberoamericana (Segib) registra anualmente todas las actividades llevadas a cabo en la región. Tan solo un año después, las máximas autoridades en materia de cooperación crearon el Programa Iberoamericano para el Fortalecimiento de la Cooperación Sur-Sur, cuyos objetivos son la consolidación de las instancias públicas encargadas de gestionarlo, la capacitación de sus técnicos, la mejora de los sistemas de registro y promover la reflexión en materia de desarrollo para que la región pueda tener una voz propia en los foros mundiales. El resultado de esta voluntad política de los países latinoamericanos de convertirse en actores reconocidos en el sistema internacional de cooperación es hoy evidente.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados