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Una mejor manera de resolver la crisis de refugiados

  • Autores: David Miliband
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 30, Nº 174, 2016, págs. 94-106
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Vivimos el mayor éxodo de personas desde la Segunda Guerra mundial. La tarea de darles refugio recae hoy de forma desproporcionada sobre siete países relativamente pobres que se ocupan de acoger a más de la mitad de los refugiados del mundo.

      En julio de 1941 hacía 10 meses que Albert Einstein era ciudadano estadounidense. Ese mes escribió a Eleanor Roosevelt desde su retiro a orillas del lago Saranac para hacerle constar la "gran preocupación" que le producían las políticas del gobierno que presidía su marido. La "muralla de medidas burocráticas" erigida por el departamento de Estado y "supuestamente necesaria para proteger a Estados Unidos de elementos peligrosos y subversivos" impedía, según el científico, "dar refugio en América a muchas personas de valía, víctimas de la crueldad fascista en Europa".

      Einstein pidió a la primera dama que elevara esa "injusticia, verdaderamente grave" al presidente, pero su solicitud ejerció un efecto limitado. Prevaleció el temor obsesivo a que los refugiados, una vez franqueado el acceso a EEUU, se volvieran contra su anfitrión y trabajasen como espías para el enemigo. El exterminio al año siguiente de unos 2,7 millones de judíos - casi la mitad de todos los que murieron en el Holocausto - no sirvió para conjurar tal prejuicio y tampoco motivó una respuesta estadounidense a la grave situación de los refugiados, entre otras razones por la depresión económica, la lucha contra las potencias del Eje y los brotes de xenofobia tanto en la ciudadanía como en la clase política. La "muralla" estadounidense contra los refugiados se mantendría en pie hasta principios de 1944, el año anterior a la victoria aliada.

      Aquello que irritó a Einstein ese verano ha regresado a la vida pública. Nos encontramos de nuevo ante un doble ataque a algunos de los grupos de personas más vulnerables del mundo. En muchas ocasiones se impugna su carácter e intenciones y se les niega un refugio digno. El 13 de junio pasado - un día después del atentado perpetrado por el estadounidense Omar Mateen en la discoteca Pulse de Orlando (Florida) - el candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump, advertía de "una versión más grande y mejor del legendario caballo de Troya" y declaraba: "Tenemos que parar el enorme flujo de refugiados sirios que entran en EEUU. No sabemos quiénes son, no tienen documentos y no sabemos cuáles son sus planes".

      Las afirmaciones de Trump se basan en mitos, no en hechos. De los casi 5,5 millones de personas que han huido del conflicto sirio durante los últimos cinco años y medio, unos 10.?000 - menos del 0,2?% del total - se han refugiado en EEUU, vía los países del entorno sirio. Sabemos quiénes son, porque los refugiados son el grupo de población más escrutado de todos los que entran en el país


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