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Resumen de De vuelta a Europa

Michael Zantovsky

  • Escritor, pensador, disidente y presidente, Václav Havel asumió compromisos arriesgados en la Europa del siglo XX. Vivió la ocupación nazi, el comunismo, la caída del muro de Berlín y la disolución de Checoslovaquia sin perder la perspectiva internacional de su acción política.

    El mismo argumento subyacente a los esfuerzos para ingresar en la OTAN, sobre la identidad fundamental de los valores, las sociedades y la cultura, condicionaba las ideas de [Václav] Havel sobre la Unión Europea. De hecho, eran su consecuencia natural. A las pocas semanas de las revoluciones de Europa Central y Oriental, surgió el eslogan "De vuelta a Europa", espontánea e independientemente, en Checoslovaquia, Hungría y Polonia. Ya en enero de 1990, Havel habló de un "regreso a Europa" conjunto ante las dos Cámaras del Parlamento polaco. En mayo de 1991, en Aquisgrán, al recibir el premio Carlomagno por su contribución a la idea europea, Havel habló sobre su ambición de que su país fuera miembro de pleno derecho de la UE. Hicieron falta otros 13 años para que República Checa y otros países de Europa Central y Oriental llegaran a serlo.

    Una vez más, Havel se convirtió en uno de los puntos focales para las ambiciones europeas de la República Checa y de la región. La idea de la integración europea le resultaba natural, al haberse opuesto durante toda su vida a las líneas divisorias y al nacionalismo cerrado, por haber sido defensor de los valores universales y de una responsabilidad general. Durante los 10 años siguientes, incluso después de dejar el cargo de presidente, Havel fue un partidario incondicional del ingreso de Chequia, y se mostraba muy crítico con lo que a él le parecía la estrechez de miras entre sus compatriotas más euroescépticos.

    Sin embargo, Havel nunca fue un admirador ingenuo y acrítico de la UE, como mucha gente lo describía. Desde el principio, concibió el proyecto europeo no como un club exclusivo, y menos aún como la fortaleza Europa, sino como una parte integrante de un todo más amplio, que reflejara una "conexión intrínseca entre la civilización de Europa y la de Norteamérica continental". Y aún más valientemente, proclama que "no es posible concebir un futuro orden europeo sin las naciones europeas de la Unión Soviética, que son una parte inseparable de Europa". En su primer discurso ante el Parlamento Europeo, el 8 de marzo de 1994, siendo plenamente consciente de lo largo que era el camino que le quedaba por recorrer a su país, de los obstáculos que tenía que superar y de lo mucho que iba a depender de la buena voluntad de las instituciones de la UE, incluido el Parlamento, Havel no se conformó con manifestar su sentida admiración por el proyecto europeo, sino que además ofreció algunas reflexiones críticas, que en retrospectiva podrían considerarse bastante clarividentes. Tras elogiar a la UE como "una obra admirable del espíritu humano y de su capacidad de raciocinio", y ensalzar sus logros a la hora de construir el sistema de las instituciones paneuropeas, de un mercado único y de los inicios de una moneda común, Havel añadió: "Esta admiración, casi exaltación, ha estado, sin embargo, mezclada con un sentimiento que es menos alentador. [�] A lo que ha apelado ha sido a mi razón, más que a mi corazón�".

    Lo que faltaba en el proyecto europeo, a juicio de Havel era "una dimensión espiritual, moral o emocional. [�] Diversos grandes imperios, [�] que han aportado algunos beneficios a la humanidad, se caracterizaron no solo por sus métodos de administración y de organización, sino [por] que estaban invariablemente imbuidos de un espíritu, de una idea, de una ética y, no me da miedo decirlo, de un carisma que a su vez dieron origen a su estructura. [�] Siempre tenían [�] algún tipo de clave que ofrecerle a la gente, para que supiera cómo identificarse emocionalmente con ellos, algún ideal que pudiera resultarle atractivo a las personas en su fuero interno, y ser fuente de inspiración, una serie de valores universalmente comprensibles, que todo el mundo fuera capaz de compartir plenamente, unos valores que fueran lo suficientemente valiosos como para que la gente realizara sacrificios en nombre de la entidad que encarnaba esos valores, y en casos extremos hasta el sacrificio de sus propias vidas".


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