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Resumen de Del aislamiento a la influencia en 20 años

Francisco Villar

  • Entre 1976 y 1996 España construyó una política exterior guiada por un triple horizonte; europeo, mediterráneo y latinoamericano. La transición exterior del país fue un proceso imprescindible para acompañar el cambio interno y crear una sociedad moderna.

    En este país, ya de por sí bastante desmemoriado respecto de su reciente pasado histórico, asistimos últimamente en el debate político a frecuentes manifestaciones de adanismo cuando no de menosprecio o descalificación de un fenómeno tan complejo y trascendental como fue la Transición. Existen innumerables estudios sobre la Transición española centrados en los cambios internos, en la transformación de un régimen dictatorial, represor de las libertades y derechos fundamentales y centralista, en un sistema democrático, pluralista y muy descentralizado, así como en la espectacular modernización socioeconómica y cultural del país. No suelen faltar las referencias al proceso de normalización internacional de España, estrechamente interrelacionado con estos cambios, hasta el punto de que sin ellos dicha normalización no hubiera sido posible. No son, sin embargo, tan abundantes los trabajos dedicados específicamente a la vertiente exterior de la Transición y los que hay, algunos excelentes, tratan por lo general de aspectos parciales, sectoriales o limitados en el tiempo. Desde mi perspectiva personal y profesional, he intentado llenar este vacío con La transición exterior de España, ofreciendo un relato sucinto y al tiempo lo más completo posible de la Transición exterior en todas sus etapas.

    El "neo-aislamiento" Es fundamental no olvidar y tener presente el punto de partida, que no fue otro que la situación de tremendo aislamiento en que el régimen franquista en sus últimos estertores, había sumido a España con motivo de las ejecuciones de cinco miembros de ETA y del FRAP, llevadas a cabo el 27 de septiembre de 1975, pese a las numerosas peticiones de clemencia, entre ellas las de las instituciones europeas y del papa Pablo VI. Las protestas, condenas y reacciones internacionales no se hicieron esperar. La mayoría de los países miembros de las Comunidades Europeas (CE) llamó a consultas a sus embajadores. Les siguieron otros países occidentales. Por instrucciones del Parlamento Europeo se suspendieron las negociaciones para adaptar el acuerdo comercial preferencial suscrito con España en 1970 a la reciente ampliación de la CE. El presidente de México Luis Echeverría solicitó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la suspensión de España como Estado miembro. Hubo manifestaciones ante muchas de las principales embajadas y consulados españoles, siendo la de Lisboa asaltada e incendiada por los manifestantes.

    Pocos días después, en su última aparición pública, un Franco disminuido y lloroso se presentaba en el balcón del Palacio Real ante sus fieles congregados en la Plaza de Oriente, en un remedo patético de sus comparecencias en este mismo lugar cuando en 1946 la ONU condenó su régimen y recomendó a todos sus miembros la retirada inmediata de sus embajadores y ministros plenipotenciarios acreditados en Madrid. El aislamiento del gobierno franquista se manifestaría también de manera notable el otoño de 1975, con ocasión de la crisis con Marruecos en torno al Sáhara (la Marcha Verde), que desembocaría en los acuerdos de Madrid de noviembre, cuyas consecuencias pesarían durante años en las relaciones de España con los dos principales países del Magreb.


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