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La paz europea hecha añicos; los valores amenazados

  • Autores: Judy Dempsey
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 30, Nº 171, 2016, págs. 28-31
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Proteger los valores europeos y hacer la guerra parecen objetivos casi contradictorios. Sin embargo, ese es el reto que tiene la Unión Europea ante la realidad del terrorismo en el continente.

      Los atentados terroristas en los que murieron 32 personas y unas 300 resultaron heridas el 22 de marzo en Bruselas han cambiado la percepción que Europa tiene de sí misma. Hasta hoy, pese a los asesinatos premeditados de numerosos ciudadanos en Madrid, Londres, Copenhague y París - entre otras ciudades europeas - acaecidos desde 2004, los líderes europeos solo han adoptado medidas ad hoc para hacer frente a este nuevo desafío. A los sucesos de Bruselas los diferencia el hecho de que, tras ellos, los líderes europeos han aceptado que este tipo de ataques se volverán a repetir. Todas las medidas tomadas hasta ahora han resultado insuficientes para afrontar la amenaza, y los líderes europeos no han querido reconocer que ha saltado en pedazos la paz reinante en Europa desde el final de la Segunda Guerra mundial. Como dijo el alemán Elmar Brok, presidente de la comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, tras los atentados de Bruselas: "Europa tiene que lidiar con una nueva forma de guerra".

      Nos encontramos ante una nueva e incómoda realidad que los líderes europeos tienen que reconocer y a la que deben dar respuesta. Es una realidad que no desaparecerá mientras el llamado Estado Islámico, Al Qaeda y sus cohortes de partidarios dentro y fuera de Europa continúen con su misión de atacar todo aquello que Europa defiende. Los perpetradores de estos ataques, muchos de ellos nacidos en suelo europeo, sacan partido de la sociedad abierta y los valores liberales que Europa propugna. Estos valores están ahora en peligro.

      Está muy bien proclamar, después de cada atentado, que Europa defenderá sus valores. Sin embargo, la retórica no hará a los ciudadanos europeos sentirse más seguros ni disuadirá a los terroristas. Los líderes europeos se enfrentan a la ardua pero necesaria tarea de afrontar una guerra cuyo objetivo es destruir todo lo que Europa significa. Hasta ahora, los gobiernos europeos no han encontrado, en la mayoría de casos, ni los medios ni la voluntad política para afrontar el problema. Por alguna razón, los atentados no han sido lo bastante sobrecogedores y Europa no ha abierto los ojos ni se ha percatado de que solo sus valores protegerán su particular estilo de vida.

      Los atentados de Bruselas han hecho añicos esas ilusiones. Proteger valores y hacer la guerra son términos casi contradictorios. Sin embargo, los gobiernos europeos podrían hacer menguar esta contradicción de diferentes maneras. La primera es fomentando la seguridad. La Unión Europea y sus Estados miembros no dan prioridad a compartir la información recabada por los servicios de inteligencia. Hay muchas razones para ello: las agencias de inteligencia no quieren que las demás pisen su terreno. Algunos gobiernos consideran que compartir información equivaldría a una violación de su soberanía. Es hora, sin embargo, de dejar de lado este tipo de consideraciones. Si los ciudadanos europeos pueden viajar de un país a otro con total libertad, las agencias de inteligencia deberían poder hacer lo mismo. Son claros tanto las ventajas como los perjuicios. La cultura política de las agencias de inteligencia europeas difiere mucho de un Estado a otro, como también difieren sus capacidades a la hora de recopilar información y darle uso.


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