En el rostro de alguien vemos sintetizada su biografía. Al moverse sus rasgos y crear entre pómulos y frente, ojos y mandíbula, juegos de simetría y proporción, la dibujan en una especie de taquigrafía. La caricatura intenta atrapar esa taquigrafía, en un ejercicio menos fácil de lo que parece, y el caso de Beckett, “ese mapa y ese embrollo de arrugas que es el rostro de Beckett”, según Tullio Pericoli, sirve para comprobarlo.
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