Está en la naturaleza humana la posibilidad de que aparezca el delito, la agresión, la injusticia de la fuerza o el engaño. No es, por ello, razonable exigir al Estado la carencia absoluta del delito, sino que responda frente a él y la inseguridad que conlleva, de forma razonable, proporcional, legal y sin comprometer la libertad y las libertades públicas.
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