En Cartagena hemos vivido echándonos mentiras con el ánimo de perpetuar una tradición cultural retardataria y feudal. Con algo de aristocrática nostalgia se recuerdan aquellos años en que nuestra muy señorial ciudad era paradigma de cultura y de grandeza en las artes y en las letras: Reluce el viejo bodegón con su cola de leyendas y los juegos florales con poetas y prosistas de lo clásico, coronados en solemnes ceremoniales. Siempre bajo el lente del más perpetuado de los atrasos culturales, reproduciendo una y otra vez la enmohecida perspectiva del pasado, la tradición se hizo carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre.
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