Jorge Stenio dedica un breve poema a Arias Montano, a quien considera el primero entre los mejores poetas sagrados. El poema reproduce la temática de los restantes documentos que introducen la versión montaniana de los Salmos, se ajusta en la métrica a la de los clásicos y, en su último dístico, juega con el nombre del vate extremeño.
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