Nuestra reacción ante el horror de lo vivido no puede ser otra que la solidaridad y el apoyo absoluto a las víctimas de los atentados y a los EE.UU. Nada puede justificar el odio extremo y el fanatismo suicida de estos atentados que han provocado la muerte de miles de personas de distintas nacionalidades, credos y razas. El más terrible de estos atentados se ha producido precisamente en Nueva York, modelo de sociedad pluricultural y tolerante en la que conviven personas provenientes de todo el Globo: más del 40% de sus ciudadanos no han nacido en los EE.UU.
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