Vivimos en una sociedad totalmente tecnológica, lo que lleva a los niños y las niñas a estar gran cantidad de horas entre cuatro paredes, sentados, inmóviles y pendientes siempre de algún dispositivo que funciona solo, sin requerir gran esfuerzo por su parte. Pero esto no tiene nada que ver con las necesidades reales de la infancia, que sobre todo son moverse y jugar libremente. Para ello, la naturaleza es el marco ideal, gracias a sus tonos calmados, la variedad de estímulos y retos que ofrece y el hecho de que no haya objetos definidos que ya indiquen a qué o cómo jugar. De esta forma los niños pueden desarrollar el juego libre y, a su vez, conectar y aprender del entorno que los rodea.
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