El problema, tan debatido, de las auténticas aportaciones de los griegos de la diáspora en el Renacimiento occidental depende en buena medida de la utilización de criterios occidentales o puramente griegos. Los primeros inciden en que aquellos humanistas regalaron a Occidente el conocimiento de los clásicos, mientras los segundos suelen argumentar que prestaron escasa o ninguna ayuda al desarrollo de la lengua y literatura neogriegas. Uno de aquellos sabios renacentistas, Francisco Portos, nos dejó escrito un Epitafio a Juan Calvino, en el que aúna sus conocimientos de la epigramática y la elegía griegas, de la tradición trenética y de los símbolos cristianos.
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