El siglo ilustrado está tiznado de negro justo en sus años centrales a causa del intento de "extinguir tan malvada raza" llevado a cabo, a partir de 1749, por Ensenada. Pero el marqués fracasó y, todos pensaban como él —incluido el mismísimo Papa—, una nueva política sobre los gitanos españoles se abrió paso a partir de 1771, de la mano de Campomanes, para culminar en la pragmática de 1783, en la que Floridablanca afirmaba que "los que llaman y se dicen gitanos no lo son por origen ni por naturaleza, ni proceden de raíz infecta alguna" y que eran "aptos para cualquier trabajo".
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