En 1973, Cosentino empleaba a 17 personas. Era una típica empresa de mármol que explotaba dos (malas) canteras y tenía una pequeña fábrica en Macael, Almería. Un pueblo de 5.000 habitantes con muchos pequeños negocios familiares; empresarios mineros, duros y valientes, aunque no siempre bien enfocados. Un paisaje dominado por canteras, polvo, sol y fábricas incipientes. Pésimas infraestructuras; para muchos, la esquina de la esquina del mundo. Un pasado de obras míticas en mármol blanco (Alhambra de Granada, Mezquita de Córdoba) y, hacia delante, todo por hacer y pocos recursos al alcance. En ese 1973, año convulso por lo demás, los hermanos Cosentino, con un jovencísimo Paco Cosentino (22 años) al frente, tomaban las riendas del negocio que habían alumbrado sus padres. Se trataba —y aún hoy se trata— de crear una gran empresa, apoyada en tres pilares: personas con un ADN especial, innovación e internacionalización. Más de cuarenta años después, con el mismo líder, después de tanto esfuerzo derramado, seguimos en esta aventura. La historia que les voy a resumir no se entiende sin el talento y visión de los hermanos Cosentino y de una forma de ser muy almeriense: trabajo, audacia y naturalidad. En paralelo, durante estos 40 años, qué decir que no se sepa ya, España y Andalucía despiertan, abordan todos los temas cruciales para su futuro y eso nos va sacudiendo el complejo de inferioridad en áreas como la industrial. Que inventen otros, no; que queremos inventar nosotros.
Tres crisis después y tras muchas aventuras y algunas cicatrices, hoy nuestra empresa factura más de 850 millones de euros al año —90% fuera de España—, emplea a más de 3.500 personas en más de 30 países donde se gestionan activos propios y exporta a unas 90 naciones. Pero sin duda, un mercado destaca sobre los demás: Estados Unidos supuso la gran revolución en este desarrollo y queremos que siga siendo la punta de lanza de Cosentino en las próximas décadas.
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