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Resumen de Las consecuencias del desastre en la salud mental

Juan Ramón de la Fuente Ramírez

  • El sismo del 19 de septiembre de 1985 generó en la ciudad de México una serie de trágicas situaciones sociales. Fue uno de los traumas colectivos más dolorosos de nuestra historia. En este artículo se pasa revista a los estudios psicosociales que se han realizado sobre desastres naturales, accidentes y acciones de guerra. Desde las primeras horas posteriores al sismo, la Secretaría de Salud estableció un programa de salud mental con cuatro subprogramas: coordinación, información, prevención y atención, y capacitación de personal. Las diversas instituciones del sector salud coordinaron sus esfuerzos con diversas corporaciones de especialistas de la salud mental. A través de los medios de comunicación se informó al público sobre la forma de contender con las consecuencias psicológicas del desastre, así como sobre la manera de acceder a los recursos de auxilio disponibles. El personal de salud mental se abocó a la prevención de las crisis psicológicas de los damnificados acogidos en albergues, campamentos y refugios provisionales. Se intentó, asimismo, identificar a las personas con trastornos psicológicos. Las instituciones psiquiátricas del área metropolitana abrieron sus puertas para consultoría y se establecieron brigadas móviles de auxilio psicológico. Se establecieron cursos intensivos y talleres para capacitar a los responsables de los albergues, a enfermeras, maestros de escuela, médicos en servicio y a otros grupos organizados, con el fin de mejorar la ayuda a los damnificados. El autor consigna algunos datos de los estudios realizados por investigadores del Instituto Mexicano de Psiquiatría y de la Dirección General de Epidemiología de la SSA, sobre la incidencia de casos en una población de alto riesgo. Se aplicó un cuestionario para evaluar cinco entidades definidas por el DSM-III: trastornos postraumáticos del estrés, crisis de angustia, estados de ansiedad generalizada, fobias y depresión. El 28% de la muestra presentó el síndrome postraumático del estrés. El 54% mostró oleadas de miedo, el 34% presentó actividad onírica con vívidas imágenes semejantes a las experimentadas. Se observaron también reacciones de culpa y cólera. Asimismo, se pudieron detectar otros trastornos psicopatológicos: ansiedad generalizada, 18%; estados depresivos, 14%; estados fóbicos y disociativos, 2%. Solamente 0.3% requirió de hospitalización a causa de los trastornos. En otra muestra estudiada por el personal de la Facultad de Medicina, se encontró que el 72.3% no había mostrado síntomas psicopatológicos; el 18% había mostrado algunas manifestaciones de descompensación, y en el 9.5% se habían observado descompensaciones severas. A medida que trascurrían las semanas se presentaron otras manifestaciones psicológicas, que consistían fundamentalmente en estados de desilusión, apatía e incertidumbre ante el futuro. En algunos casos se observaron posteriormente cambios profundos de la perspectiva vital. El sexo demostró ser un factor de vulnerabilidad: el síndrome postraumático de estrés se presentó en el 12% de las mujeres y solamente en el 3% de los varones. Otras condiciones de vulnerabilidad fueron: la situación real de desamparo, la baja escolaridad y el haber presentado previamente trastornos psiquiátricos. El apoyo humano, familiar y social logró atenuar las repercusiones psicopatológicas. Muchas de las personas que participaron en las labores de salvamento requirieron también ayuda psicológica. La situación psicosocial generada por los sismos permitió precisar algunos mecanismos psicológicos que se pusieron en juego: la necesidad de seguir las indicaciones de un líder, la generación de sentimientos altruistas y de fraternidad y la tendencia a eludir interferencias externas. De las personas que sufrieron trastornos psicopatológicos, muy pocas acudieron espontáneamente a los servicios asistenciales de salud mental. El desastre tuvo un significado personal para cada uno de los sobrevivientes. Para muchos, el proceso de recuperar la fe y la esperanza, y reconstruir la vida, es un largo camino difícil de recorrer cuando se está solo y no se cuenta con ningún apoyo.


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