Durante la mayor parte de la historia del hombre, no ha existido otro medio de traslación humana que el caminar, el galopar de los caballos, el girar de las ruedas y la navegación a remo o a vela. En el siglo XIX cambia radicalmente este ritmo; en el primer y segundo decenio, los pueblos y países se aproximan con más rapidez que en siglos anteriores. El invento del ferrocarril y del buque de vapor, a principios del XIX, permitió acortar los viajes de varias jornadas a un solo día, como si de un milagro se tratara. Sin embargo, una simple mirada a estos inventos podía explicar el milagro aparente. Al mismo tiempo, otro milagro más difícil de entender, la electricidad, aparece tímidamente, sin ser consciente la humanidad de sus consecuencias.
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