Tras la derrota rusa en la batalla de Friedland, Napoleón y el zar Alejandro I firmaron la paz de Tilsit por la que las dos potencias se comprometían a ayudarse militarmente, y Rusia se unía al bloqueo comercial contra Inglaterra. La colaboración inicial entre ambos imperios fue viéndose sustituida por un clima de mutuo recelo. Rusia no vio con buenos ojos los pasos para la creación de un estado polaco y sus comerciantes percibieron el sistema continental y el bloqueo a Inglaterra como una amenaza para sus negocios. En 1810, cuando el zar firmó una serie de decretos para incentivar el comercio ultramarino, entre otros estados con Inglaterra, la guerra era ya inevitable. Para Napoleón, la invasión de Rusia y la derrota de su ejército –reorganizado y modernizado a marchas forzadas– era un paso necesario si quería someter a los británicos. Para llevar a cabo esta campaña levantó un ejército de medio millón de hombres, muchos de los cuales provenían de los estados aliados de Francia. El artículo viene acompañado por un mapa de Carlos de la Rocha y David Sancho Bello, que refleja la situación política en Europa al comienzo de la invasión de Rusia
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