Las faldas del Moncayo forman un peculiar paisaje en el que se entremezclan las vides, los almendros y los olivos. Estos últimos producen unas aceitunas que, con el paso de los siglos, han sabido adaptarse al duro cierzo de la depresión del Ebro, dando a su zumo un sabor inigualable. Es precisamente este don autóctono el que regala a los olivos la variedad Empeltre, protagonista sin precedentes que ha llevado a sus agricultores a embarcarse en la producción de aceite de Calidad Diferenciada.
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