Aunque nacido en Nueva York en 1843, su elección de Londres y Sussex como lugares de retiro espiritual y laboral, unido a un refinamiento innato y una capacidad de introspección psicológica propia de la mejor tradición literaria decimonónica europea lo convirtieron en el puente entre el viejo y el nuevo mundo. Sin embargo, su magisterio a la hora de hacer aflorar los mecanismos del comportamiento humano no fueron valorados hasta el presente siglo. Cosa de artistas.
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