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Resumen de From labelling to social aid for immigrants in the 21st Century

Jurgen Basstanie, Aleidis Devillé

  • español

    Este artículo plantea que el Trabajo Social en el siglo XXI ha de entender la cultura como un concepto dinámico, y no como un elemento estático, para poder así realizar una intervención social adecuada, que responda a los grandes retos que plantean las nuevas formas de inmigración.

    En primer lugar parte de un nuevo concepto —el de «super-diversidad» (Vertovec, 2007)— que surge cuando se toman en consideración los cambios de los flujos migratorios, a partir de 1991, caracterizados por el aumento considerable de la diversidad de nacionalidades. Hasta 1990, las personas que emigraban a Bélgica procedían de un número limitado de países —congoleños— y optaban por países de acogida específicos; sobre todo entre 1950 y 1970 hubo mayor afluencia de otras nacionalidades —marroquí y turca— que actualmente, cuando existe una enorme variedad de procedencias de la inmigración.

    En segundo lugar, esta inmigración se caracteriza por unos niveles de educación muy diferentes, poseen diversas religiones, y vienen a Bélgica por razones muy diferentes; de ahí que la idea de que cada ser humano —se «supone»— que participa específicamente en una cultura, un lenguaje y una comunidad socio-política ya no sea un planteamiento aceptable. Las reglas y expectativas se están adoptando y reinventando constantemente, bajo la influencia de los cambios rápidos de la sociedad.

    En resumen, la «super-diversidad» es algo característico de nuestro mundo globalizado y las previsiones apuntan a un futuro incremento mayor.

    En este marco de «super-diversidad», los autores replantean el concepto de cultura y se replantean las formas de intervención social y ayuda que se han ido desarrollando hasta ahora. De ahí que el sistema actual tenga que adaptarse a las características de los nuevos flujos migratorios, ya que la sociedad y los trabajadores sociales a menudo tienen una imagen obsoleta de la «cultura». Para ello en el artículo se formulan diferentes preguntas a las que los autores van respondiendo.

    1. ¿A quiénes se considera «residentes no nativos? Pensar en términos de «residentes no nativos» y «residentes nativos» constituye un fenómeno de categorización social típico del pensamiento humano; significa que categorizamos los objetos observados y a los individuos, en lugar de considerarlos específicos y únicos. Esta forma de pensar por categorías les permite a las personas hacer frente a las dificultades de procesamiento de la información que reciben. En gran medida, es un proceso automático y su finalidad es dar cuenta rápidamente de dicho procesamiento (Knipscheer y Kleber 2006). Pero en la actualidad, la creación de prototipos y categorías de culturas también se está volviendo cada vez más problemático en la sociedad moderna globalizada.

    La subestimación de las diferencias dentro de un «grupo externo» es una consecuencia de esta forma de pensar categorizada.

    Se tiende a observar las diferencias dentro de nuestro propio grupo más frecuentemente de lo que lo hacen los extranjeros.

    Es lo que llamamos: «homogeneidad del grupo externo» y «heterogeneidad intragrupo». Nos damos cuenta de las diferentes características de los individuos dentro de nuestro propio grupo, mientras que las diferencias entre los miembros de otro grupo no parecen tan grandes. Por ejemplo, en nuestra opinión, todos los chinos se parecen entre ellos. El pensamiento estereotipado sobre individuos de otros grupos es consecuencia de la «homogeneidad del grupo externo». De acuerdo con la teoría de la identidad social (Tajfel, 1978), las personas tienden a la autoestima positiva. Es la razón por la que los seres humanos consideran siempre a su propio grupo mejor que cualquier otro (Knipscheer y Kleber 2006). También existe mayor propensión a recordar las cosas que confirman los estereotipos que aquellas que no encajan en ellos. Por eso un criminal de origen no occidental será recordado más rápido y mejor que un criminal occidental. Por lo tanto, un hecho delictivo cometido por un ladrón, los belgas tienden a minimizarlo si se trata de un belga y los turcos si se trata de un turco. Al mismo tiempo por la necesidad de reforzar una identidad social positiva, se pueden formar ideas negativas de los demás grupos (Knipscheer y Kleber 2006).

    La clasificación de culturas por ciertos criterios es particularmente estereotipada y unilateral y produce generalizaciones y estereotipos: los holandeses son..., los marroquíes son..., los africanos son..., etc. Debido a ello, se pierden de vista otras circunstancias influyentes como, por ejemplo, el contexto, las relaciones de poder, la personalidad, el nivel de educación, etc.

    Los miembros de una determinada comunidad o sistema cultural se identifican automáticamente con «su» cultura. Se parte de la idea de que todos los miembros de una categoría de cultura tienen el mismo punto de vista sobre la religión, o cuentan con los mismos valores y normas. Significa, por ejemplo, que todos los europeos o todos los africanos tienen la misma manera de manejar el dinero. Otro ejemplo podría ser el de que todos ellos consideran la religión igualmente importante, independientemente de su clase social, nivel de educación, sexo, opiniones políticas, etc. El comportamiento del grupo de pertenencia se define principalmente como una reacción física o lógica a su situación, mientras que el comportamiento del grupo externo se define por su cultura.

    La creación de prototipos y la categorización de culturas también se está volviendo cada vez más problemática en la sociedad moderna globalizada. Se debe a que nuestras sociedades actuales son «super-diversas» (Vertovec 2007). La «super-diversidad» surgió con los flujos migratorios posteriores a 1991, que se caracterizan por un aumento considerable de la diversidad de nacionalidades de procedencia.

    Aproximadamente hasta 1990, se podría argumentar que los inmigrantes eran personas procedentes de un número limitado de países, que optaron por unos países de acogida particulares (Blommaert 2011). Desde la colonización, Bélgica ha tenido una continua y gran afluencia de personas congoleñas. En los años cincuenta, sesenta y setenta hubo una gran afluencia de mineros procedentes de Marruecos y Turquía. La pregunta ¿qué son nuestros inmigrantes? era relativamente fácil de responder hasta finales del siglo pasado, y se podían enumerar algunos países de origen importantes. La pregunta es más difí- cil de responder ahora: vemos una enorme variedad de procedencias de los inmigrantes; o simplemente se puede afirmar que es más fácil ahora que nunca responderla así: ¡vienen de todo el mundo! Los inmigrantes tienen niveles muy diferentes de la educación y religiones; vienen a nuestro país por razones muy diferentes; algunos quieren establecerse e integrarse aquí, y la intención de otros es permanecer un corto período de tiempo, etc.

    Con la tecnología digital como fuerza motriz, hoy en día los inmigrantes son capaces de construir relaciones sociales muy diferentes en comparación con diez o quince años atrás: ya no se está ligado solo por la proximidad física. Actualmente Internet y las tecnologías de comunicación son una parte importante de nuestra dimensión material, social y cultural. Las personas inmigrantes ahora viven igual de intensamente en las redes virtuales y en las comunidades sociales reales. La telefonía móvil e Internet con sus blogs, skype y canales de chat ofrecen la proximidad social de un extremo al otro del mundo. Los teléfonos inteligentes y las tabletas están a disposición de cualquier persona para realizar contactos sociales con todo el mundo.

    Por ello los nuevos inmigrantes y sus hijos pueden seguir hablando su lengua materna, practicando su propia religión con gran devoción, y permanecer activos como oponentes políticos en movimientos de resistencia de su país de origen. Los inmigrantes pueden ser miembros de pleno derecho de las distintas comunidades, tanto de las comunidades cercanas como de las lejanas. Desde principios de 1990, la nueva tecnología de la información y la comunicación ha transformado totalmente la vieja la política (Blommaert 2001). Internet es el foro en el que se organizan y hacen campañas todos los movimientos polí- ticos y sociales. La idea de que cada ser humano pertenece a una cultura ya no es sostenible. La pertenencia plural y mixta a diversas culturas se ha convertido en la norma. Cada vez son más las personas que migran más de una vez en su vida. En resumen, la «super-diversidad» es típica de nuestro mundo globalizado y parece que va a aumentar en el futuro.

    2. ¿Cómo definimos la «cultura»? La «super-diversidad», con su variedad de nacionalidades, de razones diferentes para migrar y la mezcla de culturas ya no forma parte de los modelos étnicos y culturales existentes. Debido a estos grandes y complicados cambios, Blommaert (2011) sostiene que es esencial un cambio de paradigma. Tenemos que abandonar el paradigma actual de las minorías, en particular, aquellos que parten de la idea de que las minorías étnicas se instalan en una ciudad concreta o en un distrito durante un periodo largo, o que se integran. La realidad es diferente. La inmigración hoy es más diversa de lo que se pueden apreciar y no se basa exclusivamente en la etnia.

    En consecuencia, hay que reconsiderar la definición clásica de cultura. La cultura se ha sustentado excesivamente en datos estadísticos y se ha apoyado en una relación excesiva con el origen étnico. La cultura se suele definir demasiado unilateralmente, como el traspaso de convicciones, valores y normas de generación en generación. Este concepto de cultura, utilizado como modelo el siglo pasado, no parece posible en la actualidad. Obviamente, los valores y las normas fundamentales pasan de padres a sus hijos, pero junto a ellos las personas también desarrollan una gran cantidad de valores y normas, procedentes del contexto socioeconómico en el que viven (Marx, 1972 [1844]).

    El mundo tecnológico digital ha creado una gran cantidad de nuevas normas y valores en muy poco tiempo: las formas de comunicación se han vuelto menos formales en todo el mundo; la importancia del lenguaje y la ortografía correcta han disminuido significativamente; se espera poder localizar a cualquiera en cualquier momento, en línea o personalmente. En un mundo globalizado, la diferencia entre riqueza y pobreza adquiere una referencia fundamental para el desarrollo de ciertos valores y normas, mucho más que la socialización. Quienes tienen que sobrevivir —independientemente de su origen étnico-cultural— desarrollan una cultura diferente de quienes pueden invertir en una tableta, un smartphone o un ordenador personal.

    El país de origen o el continente de nacimiento tienen una influencia mucho menor en el desarrollo de ciertas costumbres y valores que la prosperidad del país de acogida, el nivel de educación, el número de encuentros entre las culturas, el tener o no hijos, etc. Por otra parte, la cultura no es estática, sino que es un concepto dinámico. Cada inmigrante pertenece a varias subculturas. Así, los inmigrantes no sólo se identifican con una sola subcultura, sino con varias subculturas, en mayor o menor medida. La relación entre persona y cultura puede verse como un proceso dialéctico en el que la persona crea su propia realidad individual. La forma de ser de cada cual es el resultado de varias influencias culturales en el carácter individual y el temperamento. En resumen, nadie es producto de una única cultura bien definida.

    Jan Zienkowski (2011) muestra que la mayoría de las personas que entrevistó se identificaron como musulmanes, en ciertos momentos de la entrevista; pero —añade— que la identidad musulmana no siempre es relevante ni en la forma en que se posicionan política ni públicamente. Las personas involucradas, por ejemplo, no siempre recurren a argumentos religiosos, cuando se les pregunta cómo describirían su sociedad ideal. Al mismo tiempo, estas personas habitualmente se enfrentan a los estereotipos sobre su identidad islámica, sienten la necesidad de contrarrestarlo, y es todo esto lo que les frustra.

    3. ¿Qué tipo de ayuda ofrecemos? 3.1. Por encima de todo, la forma de comunicación es la intercultural.

    Hoy en día, la identidad es una construcción social. Cada persona añade su propio significado al contenido de sus identidades y sus relaciones con los demás: los individuos, grupos, partidos y organizaciones. Sin embargo, nos damos cuenta de que muchos trabajadores sociales parten de una noción estática de cultura, como paradigma subyacente. Dentro de esta idea, la cultura se considera un conjunto de valores, normas y costumbres, estáticas y compartidas por los grupos de personas.

    De esta manera, los trabajadores sociales caen en los estereotipos y ya no toman en consideración a los individuos. A partir de una noción dinámica de cultura, no existe la cultura como un libro de códigos para los grupos étnicos que indique có- mo han de reaccionar en ciertas situaciones, ya que esto es una negación del carácter dinámico, de la construcción social y plural de la identidad de cada uno, que claramente existe en una sociedad postmoderna caracterizada por la «super-diversidad», como ya se apuntó. Con la mejor de las intenciones, se pone demasiado énfasis en las diferencias culturales que se suelen considerar la principal fuente de problemas en el ámbito de la ayuda social. Con demasiada frecuencia, los trabajadores sociales atribuyen el problema, el comportamiento y los malentendidos de clientes «no nativos» a las diferencias culturales.

    Pinto (2004) —un autor que estudian preeminentemente los trabajadores sociales belgas en su formación— describe, por ejemplo, cómo Musa, un estudiante turco, se rebela a su maestro, porque reprende su comportamiento delante de toda la clase. Pinto explica que Musa se enfurece por su origen cultural turco: una cultura compleja en la que el honor y el prestigio son muy importantes. El hecho de que sea también un adolescente, que no quiere perder el tipo en clase, ante sus amigos o su novia; que procede de una cierta familia; y también que tiene su propia personalidad no se toman en consideración, como posibles causas de la reacción de Musa (Hoffman, 2002). No. Su origen étnico tiende a ser la única explicación.

    Ejemplos de buenas intenciones, pero con un etiquetado (diagnóstico) incorrecto, se producen incontablemente en el área de la ayuda social. «Una mujer ¿prefiere que le acompañe su marido a una consulta? Por supuesto. Ella debe ser musulmana»;

    «Un hombre llega tarde a una reunión. Esto es típico de los tipos del sur...»; etc. Inmediatamente interpretamos el comportamiento por las características culturales. En realidad, ese alguien podría querer consultar a un trabajador social con su pareja o podría llegar tarde por muchas razones diferentes. Al clasificar a las personas por culturas, los consejos bien intencionados no sólo son arbitrarios, incompletos y estáticos, sino que también conllevan una generalización, y por lo tanto, indican valores particulares estereotipados de las culturas. De esta manera, se hace caso omiso a la dinámica de cada (sub)sistema cultural y de las opciones individuales de cada persona. Un profesional de Trabajo Social debe combinar sus conocimientos con una actitud de apertura y respeto (en la solicitud de ayuda) por cada cliente (Hoffman, 2002).

    Los trabajadores sociales por lo general han tenido una extensa formación en el «diálogo sistemático o en cómo comunicar».

    Es una buena base para el contacto con los clientes belgas y no nativos. Cuando nos acercamos a una cultura de manera estática, tendemos a comunicarnos con los inmigrantes de forma totalmente diferente, y es un error. Tener miedo de cometer errores comporta inmediatamente la pérdida de un espíritu abierto, y se olvidan de sus habilidades de comunicación (Maly 2012). Una actitud de sincero compromiso y dedicación es lo que realmente importa en la comunicación. Pueden cometer errores y, a veces tienen que hacerlo. No es el problema, ya que la otra persona, entonces, detecta el compromiso y la dedicación de su voz, la expresión facial y la postura (Watzlawick et al., 1974).

    Hoffman (2002) desarrolló el modelo TOPOI basado en la idea de la «super-diversidad». Este modelo corresponde, en gran medida, a nuestro punto de vista sobre la comunicación intercultural. El valor de este modelo es que con la cultura, la discriminación o el racismo no se pretenden explicar los problemas de forma inmediata en los encuentros interétnicos. En su lugar cualquier problema se explica en la lengua que se habla (T para la lengua); el orden (O): cómo se miran las cosas; la persona (P): cómo te miran los demás; la organización (O): cómo estamos de familiarizados con las reglas y procedimientos;

    las intenciones e influencias (I): por qué las personas hacen lo que hacen.

    Estos cinco aspectos de TOPOI son ejemplos concretos de la cultura y de las diferencias culturales. El modelo TOPOI es un marco de referencia para la reflexión, que puede preparar para afrontar la diversidad cultural sin tener que saber nada de las características culturales de un determinado grupo étnico. Se basa en la teoría general de sistemas de la comunicación, lo que significa que se puede aplicar a cualquier conversación, no sólo a las conversaciones con personas de origen étnico diferente al propio.

    3.2. Una política de inclusión y una ayuda categorizada para los no nativos.

    A pesar de que esencialmente pensamos que la política de integración es la más adecuada para la sociedad multicultural actual, y que la inclusión es la posición filosófica fundamental y correcta, es importante suponer que no tenemos en cuenta que la política de grupo objetivo es redundante. Opinamos que la inclusión tiene que aplicarse cuando sea posible, pero un enfoque con categorías suele ser necesario para erradicar la invisibilidad de ciertos grupos.

    Una política de inclusión social significa que involucra activamente a los grupos con necesidades específicas, pero sin tener que establecer estructuras concretas que categoricen las ayudas. En una sociedad inclusiva, la gente puede aceptar y respetar a los demás. En esta sociedad, el énfasis no se pone en la adaptación, sino en el respeto a la gente diferente. La singularidad de cada individuo se considera un valor añadido para la sociedad en su conjunto. En una sociedad inclusiva nadie se queda afuera y las cualidades de las personas, más que sus posibles defectos, son el objetivo.

    En un nivel micro, la inclusión significa el derecho fundamental de todas las personas a sentir su pertenencia. Las personas tienen la oportunidad de ser ellas mismas, sin tener que adaptarse o ajustarse.

    De esta manera, se aceptan la autonomía y el poder del individuo y se incrementa más. No se trata sólo de la igualdad de oportunidades, sino de considerarse iguales. Esto no sólo requiere tolerancia, sino también respeto. En un nivel meso y macro, los retos políticos y de las instituciones son que la sociedad se adapte a los nuevos desarrollos de migración.

    La principal desventaja de una política inclusiva es, sin duda, su viabilidad. No lo podemos negar, nuestra sociedad deja poco espacio a la inclusión, que se convierte en una utopía. Después de todo, hemos de admitir que nuestra realidad diaria es bastante más exclusiva que inclusiva. Cuando se trata de integración, en Bélgica, a menudo se representa como asimilación, y así está arraigada en un importante número de personas y organizaciones (Deville, 2008). El punto de partida de esta perspectiva es que las personas de distinto origen étnico han de adaptarse al funcionamiento de la política y no al revés. Esta lí- nea de pensamiento, que implica el cumplimiento de una política inclusiva, es cualquier otra cosa menos obvia.

    El apoyo a la invisibilidad de ciertas minorías es el inconveniente más importante de la política de inclusión. La mayoría de las instituciones y las autoridades indican que dan la bienvenida a las minorías. «Nuestra sociedad y nuestras organizaciones están abiertas a todo el mundo lo que «implica» que no es necesario que nuestra sociedad y las organizaciones tomen medidas especiales hacia determinados grupos, puesto nadie está excluido». Sin embargo, en la vida diaria se discrimina a los residentes no nativos. Por lo tanto, una política de eliminación de esta discriminación debe ajustar sus medidas al reconocimiento de esta negligencia.

    La agrupación de personas por ciertas características discriminatorias permite una política de igualdad. En otras palabras, la ayuda categorizada ofrece muchas oportunidades para la emancipación en el ámbito del Trabajo Social. Si una organización se concentra en un grupo determinado, por ejemplo, en las minorías étnico-culturales, el grupo puede emanciparse más.

    Trabajar con ciertos grupos-objetivo es también eficiente y práctico. La organización implicada hará un seguimiento de los mecanismos de exclusión y se concentrará en los inmigrantes que los sufren. El trabajador social, tras definir las características y necesidades comunes, se especializan en ellos. Este método de trabajo está muy bien ilustrado en un centro de asistencia social básica, donde se trabaja con equipos especiales de inmigración. Estos equipos permiten a sus trabajadores sociales especializarse en todas las cuestiones relativas a los extranjeros. Además, en algunos de estos centros los trabajadores sociales tienen que actualizar sus conocimientos sobre legislación, ya que deben ser capaces de ayudar a todo tipo de clientes.

    La eficiencia mediante este enfoque es complicada, ya que la legislación sobre extranjería es un asunto muy complejo, incluso para ciertos especialistas. El problema con este enfoque es que los trabajadores sociales pasan más tiempo mirando hacia arriba, hacia una buena legislación, que resolviendo con eficacia los problemas reales.

    Por paradójico que parezca a primera vista, la mayoría de los inmigrantes prefieren la ayuda categorizada. Las personas que reciben este tipo de asistencia suelen sentirse más a gusto cuando están rodeados de personas que comparten su mismo problema.

    Muchas personas también prefieren a un trabajador social de su origen étnico similar, ya que les crea un cierto nivel de confianza. Idioma, cultura y otras barreras se superan con mayor facilidad con la ayuda categorizada, porque las personas se sienten reconocidas por lo que son.

    El gran peligro de la ayuda categorizada es que se suele poner demasiado énfasis en la cultura, y también en las diferencias, a expensas de los factores personales y sociales. Como hemos mencionado anteriormente, poner demasiado énfasis en las diferencias culturales conduce a la hipótesis errónea de que los individuos de un grupo comparten la misma opinión. Por ejemplo, algunos valores y normas de la cultura de origen son más importantes para los inmigrantes de primera generación que para los de la tercera. La razón de este fenómeno es que en esta última se han creado múltiples identidades, es decir, se han incorporado a su forma de vida varios aspectos de diferentes culturas (Talloen, 2008) Con demasiada frecuencia se considera que es la cultura la culpable de los problemas de comunicación entre los no nativos y nativos; sin embargo el contexto y las habilidades de comunicación de las propias personas constituyen las causas más comunes de dichos problemas.

    Se considera que no debe asumirse que las personas que conforman un grupo tienen identidades homogéneas, por ello hay que prestar especial atención a la definición que se hace del grupo-objeto de intervención. Por ejemplo, utilizamos el término «no-nativos», para referirnos a las personas que viven en Bélgica y que se definen como pertenecientes a una minoría étnico- cultural, o que se sienten involucrados en ella. Sin embargo, no existe una cultura del «no nativo», el término hace referencia a una gran diversidad de personas y de costumbres culturales. Una sola palabra no responde a esa diversidad de «la cultura no nativa». Teniendo en cuenta la diferencia entre los diversos grupos de los no nativos, una organización no puede considerar que todos los individuos de ese grupo tengan una identidad homogénea. Por ello, el modelo explicativo que se basa en el origen étnico no siempre es suficiente para definir la diversidad individual, porque la generalización es imposible.

    Hay que tener en cuenta que todos los individuos tienen sus propias identidades complejas, por ejemplo, una mujer puede ser negra, con un alto nivel de educación, y de origen nigeriano, pero ella puede que no se considere «no nativa», porque se siente belga. En resumen, se debe prestar atención al definir el grupo objetivo de la intervención.

    Por supuesto, se ha de tener en cuenta que es imposible plantear en gestión una visión absolutamente individual: cuando hay que tomar medidas y acciones para ciertos grupos. En consecuencia, la cuestión es: ¿cómo define la gestión al grupo? El grupo objeto de intervención se suele definir por unas características específicas similares —como su origen étnico— lo cual es incorrecto por dos razones: por una parte, las características similares casi nunca son relevantes para detectar una necesidad y, por otra parte estigmatizan a las personas. No es necesario basar las actuaciones en un grupo bien definido (por ejemplo «no-nativos») sino más bien en un grupo de personas que comparten la misma necesidad (por ejemplo,»un problema de vivienda»), de esta manera, creamos un grupo compuesto por personas con una necesidad común determinada y, por consecuencia, el gobierno puede tomar medidas al respecto. Así, si una necesidad determinada une a un grupo de personas, no hay necesidad de definir grupos específicos y fijos. Además, este punto de vista podría constituir una forma de moderar los estereotipos que existen de las minorías étnico-culturales.

    Conclusión: nuevas respuestas a preguntas viejas y nuevas La migración es un hecho tan antiguo como la humanidad misma. Los flujos migratorios los causan: las guerras, las sequías, la discriminación, el terror político, etc. Desde principios de la década de 1990 ha aumentado la diversidad de los grupos de inmigrantes en los países de Europa occidental. Desde entonces, la movilidad de las personas se ha incrementado, lo que hace que migren más personas, de un mayor número de países a otros países más numerosos, por lo que el origen de los inmigrantes se ha diversificado.

    Por otra parte, las nuevas tecnologías de la comunicación e internet facilitan el mantenimiento del contacto con los aspectos sociales y políticos del país de origen o con otras comunidades con las que se sienten relacionados, bien sea por razones políticas, religiosas, de estilos de vida, por nivel de educación o por especialización, etc.

    Una primera condición para ofrecer ayuda profesional para los residentes no nativos es tener una visión precisa y equilibrada del término «cultura». La cultura nunca es estática, sino que cambia continuamente y, por lo tanto, es siempre dinámica.

    Las personas no son seres pasivos que actúan exclusivamente según la cultura de su grupo, sino que también crean activamente su propia cultura.

    A pesar de que la «comunicación intercultural» es fundamental —y se encuentra sujeta a las reglas básicas del proceso de comunicación— hay que reconocer que la comunicación entre las personas de diferentes culturas se considera a menudo una forma difícil de comunicación. Este es un error, porque las diferencias en los (sub)sistemas culturales se pueden producir a diversos niveles: entre las personas diferentes por idioma, nacionalidad, origen o procedencia, ideología y religión, opinión política, etc.; pero también entre hombres y mujeres, los trabajadores de edad avanzada y los jóvenes, los trabajadores manuales y profesionales, y los trabajadores sociales y sus clientes.

    Hoy en día, la inclusión es la elección prioritaria de toda política, y cualquier trabajador social apoya este punto de vista. Es cierto que una política inclusiva tiene muchas ventajas, las más importantes son la posibilidad de aproximación de los diversos grupos. Como trabajadora social, una actitud abierta ofrece la oportunidad de acercarse a cada persona, individualmente considerada; de ver a la otra persona en sí misma y no como parte de un grupo cultural específico. Además, el conocimiento de los demás nos hace ver la heterogeneidad cultural de todos los grupos. Sin embargo, el sector de lo social debe ser consciente de que no hay que caer en la trampa de la «manía de inclusión». Una política inclusiva requiere una sociedad inclusiva; de lo contrario, podría provocar una invisibilidad aún mayor de otros grupos ya por sí discriminados. La emancipación de personas vulnerables exige una cierta formulación de políticas destinadas a unos grupos determinados. Categorizar la ayuda permitirá una mayor eficiencia en el trabajo con los inmigrantes y el reconocimiento de la identidad cultural del grupo «no nativo». Asimismo, se creará la posibilidad de trabajar en la lucha contra la vulnerabilidad social, en la que se puede encontrar la mayoría de los inmigrantes. Vale la pena señalar que una política que contempla categorías permite que se pueda probar con mayor claridad la desigualdad social, mediante una investigación empírica y con cifras.

  • English

    Migration is as old as humanity, but since the 1990s migration flows in Western Europe have led to societies that are not just multicultural but so-called «super-diverse». As a result, Western towns now have very complex social structures, with amongst others large amounts of small immigrant communities that are in constant change. In this paper we argue that for social workers to be able to offer adequate professional help to non-native residents in town, they will need balanced view of ‘culture’ and of the role culture plays in social aid. Culture is never static, but is continually changing.

    By teaching social workers about how to look at cultural backgrounds of immigrant groups and about the limitations of then role that culture plays in communication, they will be better equipped to provide adequate aid and will contribute to making various groups grow towards each other and to avoid people thinking in terms of ‘out-group-homogeneity’.

    Nowadays, inclusion is a priority in social work that almost every social worker supports. Social workers should have an open attitude to allow them to approach every individual as a unique person. They will see the other person as the person they are, and not as a part of a specific cultural group. Knowledge about the others makes them see the cultural heterogeneity in every group. The social sector, though, must be aware not to fall into the trap of the ‘inclusion mania’! This will cause the social deprivation of a particular group to be forgotten. An inclusive policy requires an inclusive society. Otherwise, this could result in even more deprivation of other groups, already discriminated against. Emancipation of deprived people demands a certain target-group policymaking. Categorized aid will raise efficiency of working with immigrants and of acknowledging the cultural identity of the non-natives group. It will also create the possibility to work on fighting social deprivation, in which most immigrants can be found.


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