La novela negra ha roto sus fronteras. Desde Baker Street y los barrios bajos de Estados Unidos, ha saltado al Mediterráneo, los países nórdicos, el Extremo Oriente... y Brasil. Más concretamente a la ciudad que tal vez sea su quintaesencia: Río de Janeiro, un "purgatorio de belleza y caos", como cantó Fernanda Abreu.
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