El Paraíso Terrenal como un Love-Inn alquímico. Parejas de amantes interraciales y hasta homoeróticas encapsuladas en esferas que recuerdan las sefiras cabalísiticas. El mundo como un Carro de heno entre carnavalesco y manicomial, cuando no como una Nave de los locos. Y por todas partes infiernos burlescos por los que deambulan cerdos con capa de ceremonia y diablos danzantes. ¿Quién fue en realidad este Jeroen van Aeken que permutó su nombre por el de Hieronymus Bosch? Coincidiendo con su quinto centenario, el Prado actualiza la obra de este maestro secreto, precursor del psicoanálisis y el surrealismo.
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